Estadísticas y mañas cortesanas (de nuevo)

En la última entrada me quedé corto (o no me alcanzó el tiempo para “analizar” todo) así que acá intento completar un par de cosas más sobre los números y las mañas cortesanas.

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Aunque no lo crean, seré más corto en esta oportunidad, haciendo honor a eso de que “la brevedad es el manjar de los jueces”. Me voy a centrar en dos cuestiones alrededor de los números cortesanos: el efecto ancla y las odiosas comparaciones (que me encantan).

El efecto ancla en la corte y el contexto (o su falta)

Los títulos de los diarios (o de las noticias, las redes sociales y la mar en coche) se llenan de frases grandilocuentes que hacen honor al clickbait (ojo, no lo juzgo, pues de algo hay que vivir, pero todavía no me gusta). Así podemos ver hermosos titulares a los que les encantan los números, porcentajes y demás. “Se dictaron X sentencias”, “se hicieron X audiencias”, “se resolvieron X casos” o “se atendió X cantidad de personas”.

A simple vista, todos logros maravillosos de cualquier organización. Entiendo que una justicia desprestigiada anhele aumentar su legitimidad y entre en la lógica numérica y marketinera. Pero los operadores del sistema judicial no debemos dejar que nos traten de bobos.

Como siempre digo, la cantidad así dicha no dice casi nada. Los datos sin contexto nos llevan a caer en el maravilloso sesgo del efecto ancla. No importa cuál sea el número que sea X, lo abrazamos y compramos la versión que se nos vende, como si fuera un buzón.

¿Es la corte distinta a cualquier organización que nos vende sus números? No, por supuesto que no. Así nos cuenta orgullosa que en 2024 la resolvió 19.056 casos (el famoso “X”). Y luego saca pecho y dice que eso es “casi el 13% más que el 2023”.

Sin embargo, que el árbol no nos tape el bosque. Desconfiemos. Intentemos no caer en la trampa cerebral del efecto ancla. Pensemos críticamente, aunque se nos considere subversivos. ¿Es relevante el dato que nos da la corte? Sí. ¿Es un buen dato? Y no hay cómo saberlo a simple vista. ¿Cómo que no? Pues claro, tenemos el out put final, pero nos faltan datos: el in put y, lo más importante, los objetivos.

Disculpen el ejemplo repetitivo, pero la corte al contarnos este dato es igual al nene que viene contento y le cuenta al papá que corrió 5 vueltas a la manzana. Parece un logro. Pero no sabemos si el objetivo era correr 10. El nene insiste en que corrió una vuelta más que la semana pasada. Parece maravilloso, pero si el objetivo era 10, significa que en ninguna de las dos semanas lo cumplió. El contexto, nuevamente, hace que la interpretación cambie.

En definitiva, la perspectiva del dato que se presenta de forma amigable, cambia radicalmente con un poco de análisis y más información al respecto: se está por debajo del objetivo.

Seamos buenos. El informe cortesano nos da el in put: el año pasado a la corte le ingresaron 45.678 casos de los cuales 43.700 fueron por recursos. O sea que prácticamente todo el trabajo del tribunal es resolver recursos (95,6%). Y el 68,3%, o sea 31.218, eran casos previsionales. El 11,9% eran casos laborales. Y solo el 6%, 2.723, penales. Obviamente, gran parte de esos casos llegan vía queja por recurso extraordinario federal denegado.

Pero no nos da solamente eso. Nos indica que casi la mitad de los casos iniciaron entre 2022 y 2024. Un cuarto entre 2019 y 2021. El resto (un nada desdeñable 27,6%), antes, o sea que llevan más de 5 años de trámite. Todo un vía crucis judicial.

En definitiva, algo es algo. Tenemos el in put y el out put del trabajo cortesano.

Las odiosas comparaciones cortesanas

Volvamos a lo nuestro. La corte sí se hace cargo de lo que faltó. El informe indica que los casos pendientes de resolver fueron determinados por la diferencia entre casos ingresados y resueltos en cada año. Así, si en 2024 ingresaron 45.678 y se resolvieron 19.056, quedaron pendientes de resolver 26.622. Ello sería un 58,2%.

Maravilloso. Si la corte fuese una fábrica de sillas, el año 2024 “clavó” al 58,2% de sus clientes. O sea, tiene casi un 60% de atraso. Una maravilla de productividad digamos.

El dato, así contado, parece un espanto. Y lo es, sin duda. Pero siempre se puede estar peor. La corte blanquea (muy oblicuamente, debo decir) su atraso anual. Sin embargo, no blanquea el atraso total. ¿O acaso la corte no tiene fallos atrasados de 2023? ¿Y de 2022? ¿Y de más allá? Por supuesto que tiene, pero no los blanquea.

Stop. Es necesaria una aclaración. El in put y el out put cortesanos son obviamente insuficientes para tener el panorama completo. Salvo que la corte entienda que caso que entra en el año, caso que tiene que resolverlo en ese año. Personalmente, al ver sus números, no creo que se lo tome tan en serio.

Cada uno elige el juego en el que mejor juega. Cuando la corte compara los casos resueltos en 2024 con los de 2023 y tira el dato de “hemos hecho un 13% más que el año pasado” no hace más que elegir la estadística que le conviene. Casi como la madrastra de Blancanieves cuando le pregunta al espejo quién es la más bella del reino, para que el obsecuente objeto le responda que es ella (por supuesto, antes que Blancanieves alcance la flor de la edad y la sobrepase en belleza).

Las comparaciones son odiosas, pero indispensables. Con los datos cortesanos se avanzó mucho, pero todavía no es suficiente. A los in put y out put hay que agregarle los objetivos. No pensemos mucho, es simplemente agregar en qué tiempo debería resolver la corte un caso. Si no se completa el panorama con eso, la corte no será más que una fábrica que tiene un montón de pedidos atrasados, pero que ni siquiera puede indicar cuán atrasados están. Y lo mejor de todo, orgullosos nos comentan que “hicimos un 13% más de sillas que el año pasado”. País generoso.

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