Así es, Torquemada goza de buena salud, aunque no se crea. Y la Inquisición también, como siempre insiste Binder.

Cuando en sus clases Alberto Binder insistía una y otra vez con la Inquisición, no lo entendía la fijación con el tema. ¿Por qué motivo hacía hincapié en hablar tanto de la Inquisición y del modelo inquisitorial?
Con el paso de los años entendí a Binder. O al menos, creo haberlo entendido. ¿Por qué? Porque si bien la Inquisición fue abolida en nuestro país hace muchísimo junto con la tortura (Asamblea del año XIII) los resabios inquisitoriales se encuentran por doquier.
En sus clases Binder decía que el modelo inquisitorial está instalado en nuestra cultura, en nuestra cultura tribunalicia, en nuestra cultura judicial.
Y tiene razón. Hoy, en la calle, en algunos tribunales y hasta muchos abogados todavía aprenden mucho la frase de que “el juez tiene que encontrar la verdad y tiene que perseguir la verdad a cualquier costo”. ¿Hay un ejemplo más claro del modelo inquisitorial que eso?
En la Inquisición el juez perseguía la verdad y lo hacía a cualquier costo. Y sí, eso incluía echar mano a la tortura, los tormentos y demás espantos. El juez era, así, el protagonista. El juez, acusaba, investigaba y juzgaba. En fin, no había distinciones en cuanto a los roles que, en todo proceso más o menos bien llevado existen.
Ahora bien, ese no es el modelo que abrazó nuestra Constitución Nacional. Esta abrazó el modelo adversarial con jurados. El protagonista es el juicio oral, público, contradictorio, continuo y donde la imparcialidad del juez se mantiene incólume. Allí el rol del juez no es “buscar la verdad” y menos “a cualquier costo”. No, nada que ver. Como bien dice Binder, el juez no busca la verdad, sino que la exige a los acusadores, en el sentido de que son ellos quienes deben probar su teoría del caso (lo que ellos entienden por “verdad”), más allá de la duda razonable. ¿Un giro copernicano a nuestro punto de vista? Sí, por supuesto. Es tan copernicano que todavía nuestra cultura de litigio no se acostumbró al cambio.
El paradigma de la Inquisición que pasó a la historia fue el famoso Tomás de Torquemada, que pasó a la historia como el símbolo de la tortura y los tormentos de la época. Leo en Wikipedia que no se sabe mucho de su vida, pero en el imaginario colectivo (o al menos en lo que me quedó de mis clases de Historia) quedó como el modelo del inquisidor. Murió en 1498.
Sin embargo, a pesar que el bueno de Tomás pasó a mejor vida hace más de 500 años, puedo decir que goza de buena salud. Es más, puedo decir que está vivo y habita entre nosotros.
***
Cada vez que un juez dicta una medida para mejor proveer, Torquemada está vivo y habita entre nosotros.
Cada vez que un juez produce prueba de oficio, Torquemada está vivo y habita entre nosotros.
Cada vez que un juez dice «tengo que buscar la verdad del caso», Torquemada está vivo y habita entre nosotros.
Cada vez que un juez pregunta en audiencia a un testigo, Torquemada está vivo y habita entre nosotros.
Cada vez que un juez llama a un perito para preguntarle sobre su dictamen pericial, Torquemada está vivo y habita entre nosotros.