Cómo cambiar el mundo (desde tribunales)

El título vende, pero es una vil copia de un esquema que compartió Leo Piccioli en su newsletter, CEO en camiseta. ¿Es acaso posible pensar en trasladar algo de eso a un ambiente que pensamos tan distinto a las empresas como lo son los tribunales?

Contesto, sin suspenso: yo creo que sí. Quizás sea por mi formación (o deformación) profesional: al fin y al cabo, tengo un MBA y mi tesis de doctorado toma a los jueces como gerentes y a los juzgados como “empresas” (sí, más vendepatria no se consigue, pero ojo, que usé a un marxista analítico como Jon Elster en mi tesis de maestría).

Pero ahora que lo pienso un poco más, en realidad, más allá de nuestra formación, pienso que el esquema que propone Leo Piccioli es 100% aceptable por cualquiera con un poco de razonabilidad y de sentido común. Y sí, aunque no lo crean, personas con esos rasgos sí pueden encontrarse en tribunales. En fin, comparto el esquema e intento explicar su posible aplicación a tribunales.

1. El hámster en la rueda: tareas repetitivas

Las tareas repetitivas se han puesto de moda parece. No, la verdad es que siempre estuvieron ahí, solo que ahora nos damos cuenta mucho más rápido de la cantidad que tenemos a nuestro alrededor y que gran parte de nuestro trabajo se compone de repeticiones. Tribunales no es la excepción, pues vive inmerso en tareas repetitivas: enviar notificaciones que son siempre iguales, decretar escritos de la misma forma y, por qué no, hasta sacar sentencias iguales. Parece el sueño de la fabricación en serie de Henry Ford, solo que ya estamos en el siglo XXI. En fin, el punto de partida es real y concreto: si estás en tribunales, en cualquier rol, seguro que alguna vez estarás haciendo tareas repetitivas.

2. Ver la luz

A veces, solo a veces, cuando estamos haciendo tareas repetitivas, podemos salir de nuestro modo zombi y ver la luz. ¿Qué luz? Pues la de la posibilidad de una mejora. A veces es una pequeñez, como, por ejemplo, hacer que el sistema cargue un dato repetitivo en un modelo así no tenemos que tipearlo. O incorporar en un modelo dos variables distintas para simplemente elegir y no tener que tipear siempre la misma situación recurrente. A veces inclusive nos damos cuenta que una situación recurrente ameritaría inclusive hacer un nuevo modelo que nos ahorrase todo el trabajo repetitivo. Ojo, en tribunales no toda mejora es por cambios de modelos de providencias, escritos o resoluciones. No. A veces el cambio en un proceso de trabajo ayuda muchísimo. Sin ir más lejos, por ejemplo, en la oficina a mi cargo se nos prendió la lamparita y empezamos a preguntarles a los clientes que venían a hacer juicios de filiación si habían pensado en el orden de los apellidos por si el ADN salía positivo. Eso implicó cambiar tanto el modelo de requisitos como el modelo de demanda. O sea, un cambio en el proceso de trabajo llevó a un cambio de modelos. Ah, sí, nos ahorramos que los jueces nos dijesen en el proceso judicial: “¿qué pensó su cliente sobre el tema de los apellidos?”.

3. Querer cambiar

Pero ver la luz no es suficiente. Hay mucha gente con muchas luces que simplemente quiere seguir viendo Netflix. Y está bien. A mí también me gusta ver Netflix, leer libros y no todo es trabajo en la vida. Liderar el cambio no es para todos. O al menos no lo es para todos todo el tiempo. A veces la rutina nos gana. O los problemas con los que lidiamos en otro aspecto de nuestras vidas. Así que, aunque veas la luz, si no tenés ganas de mejorar el mundo desde tribunales, pues no tienes obligación de hacerlo. Cumple tu tarea repetitiva, ve a casa y sigue viendo Netflix.

4. No dejarte llevar por la soberbia y sí por la curiosidad

Ahora, supongamos que sí tenés ganás. Bajá un cambio y no seas soberbio. Sí curioso. Tenés que entender por qué las cosas se hacen de esa forma. Y para eso tenés que preguntar. No es acertado pensar que el resto del mundo es tonto y no se dio cuenta. Entender es el primer paso, preguntá el por qué de las cosas. Ojo, no es fácil. Probablemente, más en una estructura verticalista como tribunales, las respuestas más comunes sean: “no sé”, “siempre se hizo así” o “así le gusta al jefe”. Pero, de vez en cuando, podés encontrar una razón, entenderla y darte cuenta: no hace falta cambiar.

5. Gestionar los riesgos

Supongamos que entendiste, que la oportunidad de mejora, la luz, sigue ahí. El tema ahora es gestionar los riesgos. Para afuera, a ver si con lo que pretendés cambiar y mejorar, se puede lastimar a alguien. Si existe, es hora de pedir ayuda.

Ahora, si no hay riesgos para otros, pero sí para vos, sobre todo con tu trabajo o puesto, es hora de pedir permiso. Soy fanático de la frase: “mejor pedir perdón, antes que permiso”, pero debo reconocer que no aplica siempre. Si lo que vas a hacer sale mal y vos como jefe te echarías de la oficina, definitivamente tenés que pedir permiso.

6. Romper las reglas

Ayuda o permiso, hay algo más todavía que tenés que analizar y es el romper las reglas. La frase de “las reglas se hicieron para romperse” también es famosa, pero no es feliz en las organizaciones. Sin reglas todo es caos. O al menos eso pienso.

Bueno, ponéle que tenés tu maravillosa idea de, por ejemplo, modificar un modelo para eliminar tareas repetitivas espantosas. La pregunta es si hacer eso rompe alguna regla. Si es una regla escrita, onda: “vos no podés modificar un modelo sin permiso mío”, tenés que avisar que lo vas a hacer. Como se dice, “el que avisa no traiciona” (aunque en la práctica, a veces traicionan igual, je). Ahora, si no hay ninguna regla que rompás o es una regla no escrita onda la maravillosa “siempre se hizo así” que impera en tribunales, hay que darle para adelante, probar y luego compartir los resultados para aprender.

7. Conclusión

Puede parecer que la propuesta de Leo Piccioli nos suene a locura en tribunales, ambiente verticalista, jerarquizado y tan reacio al cambio. Bah, quizás así lo veo en mi cabecita. Sin embargo, es, a mi modo de ver, un esquema totalmente aplicable. A veces, debo reconocer, muchas de las ideas para cambiar quedarán en el camino. Porque entenderemos que hay una razón detrás para hacer de tal forma las cosas, porque a pesar de la ayuda los riesgos son grandes o (la que detesto) porque no obtuvimos el permiso para hacerlo. Es frustrante, por supuesto, pero está bueno tenerlo en claro. Al fin y al cabo, si se nos ocurre cambiar el mundo, lo menos que podemos intentar es cambiar algo de la oficina en la que trabajamos, aunque no sea más que un modelo de escrito o providencia para no seguir haciendo tareas repetitivas en modo zombi. ¿O no?

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