La capacitación judicial siempre está de moda, hasta que hay que realizar cursos obligatorios. Ahí, mágicamente, los que pregonan la importancia de actualizarse, en general, brillan por su ausencia, en la creencia que cuando se llega al cargo, no hace falta estudiar más…


Por supuesto, se equivocan aquellos que cuando llegan a la judicatura, entienden que su formación termina ahí. Desconocen que siguen siendo abogados, aunque con otra función. Harían bien en seguir el primer mandamiento de los abogados según Eduardo Juan Couture Etcheverry, titulado “ESTUDIA” pues “El derecho se transforma constantemente. Si no sigues sus pasos, serás cada día un poco menos abogado”. Lo mismo es aplicable a sus señorías, que cada vez lo serán menos si no ponen las neuronas a trabajar. Con el ánimo de simplemente contribuir, mediante un poco de imaginación a su formación, me permito pensar algunos cursos creativos que podrían impartirse para mejorar la formación de quienes deciden los casos de los ciudadanos todos los días.
1. Cómo aprender a quedarse callado y no preguntar
En The Crown, la magnífica serie para los admiradores de la corona británica, disponible en Netflix, la reina madre enfáticamente le explica a la reina Isabel II que su tarea es no hacer nada. Y que no hacer nada es extremadamente importante, a la vez que difícil.
Salvando las enormes distancias, aunque no lo crean, los jueces se parecen a las altezas. No por sus privilegios ni por su trato, sino por su deber durante gran parte de las audiencias: no hacer nada. ¿Cómo no hacer nada? Pues sí, aunque suene antipático o ingenuo, a los jueces no les pagamos para que le pregunten al testigo si el auto que vio chocar al del actor era el del demandado. Tampoco para que le pregunten al imputado si tiene antecedentes penales. Menos para que le pregunten a nuestro cliente en la declaración de parte si pasó en rojo o no. ¡No! Los jueces deben aprender a callarse la boca, a escuchar atentamente y a resistir la tentación de preguntar cualquiera de estas cosas.
¿Por qué? Por respeto a su rol, primero. Son jueces, son terceros imparciales que deben juzgar quién tiene razón en el caso que se les presenta. Si se ponen en el papel de inquisidores homenajeando a Torquemada, seguro que no podrán cumplir su papel con honor.
Y por respeto y cortesía profesional con sus colegas: los abogados litigantes. Son ellos quienes tienen el protagonismo para preguntar: examen y contraexamen. Ellos son los que en la audiencia van a desplegar todas sus técnicas (o su falta de técnicas) para arrimar la bocha a su lado de la verdad y probar su teoría del caso. O, para ser más pedestres, producir prueba que avale lo que afirmaron en la demanda. Si lo hacen, en teoría, ganarán el caso.
En conclusión, se podría decir que “Zapatero a tus zapatos”. Cada cual a su costado a hacer su trabajo. El juez, en silencio. Los abogados, con las preguntas y objeciones. ¿Es posible algún curso que haga carne este aprendizaje en los jueces?
2. Cómo aprender a no sentirse ofendido cuando lo recusan
Esto es algo que es incomprensible en un primer acercamiento. Sin embargo, tiendo a pensar que los jueces más veteranos, quizás ya golpeados por la realidad o el peso del ejercicio de la función, lo llevan mejor que los más nuevitos.
Me explico. Si usted recusa a un juez, sea con o sin expresión de causa, lo más probable es que se lleve una reacción airada. En el primer caso, se ofenderá de sobremanera por el hecho indigno de que alguien ose cuestionar su bonhomía (vaya a saber lo que es eso) sin hacerse cargo de la causa. En el segundo caso, tal vez le haga llegar por terceros, como palomas mensajeras, su disgusto por el hecho de que usted haya ejercido su derecho de recursarlo sin decir la razón.
Todos los nuevos, en este punto, deberían abrazar la práctica de los veteranos, que cuando ven una recusación, la abrazan y se sacan el caso de encima, rápido y sin resentimientos. Quizás no lo hagan por amor a la imparcialidad ni por respeto al ejercicio de los derechos de las partes, pero a veces no importan tanto los por qué, sino los qué.
3. Cómo aprender a no enojarse cuando le apelan o revocan las sentencias
Esto puede parecer insólito, pero le juro que es real. A muchos jueces, sobre todo a los inexpertos, les molesta que las partes recurran sus sentencias. ¡Y ni hablar cuando sus colegas se las revocan! Directamente muchos son envueltos por una furia furibunda.
Nuevamente, los veteranos, ya más curtidos por la rutina, conceden el recurso con abulia diciendo “Que decida la cámara” y que pase el que sigue. Otra vez, no se pide que se imite su comportamiento, sino que se entienda que el derecho al recurso es algo que todas las partes tienen, que la norma les concede y que debe respetarse.
En cuanto a las revocaciones, en vez de indignarse con los colegas que le marcan sus errores y dan sus razones, harían bien en leer esas decisiones. Quizás aprendan algo útil que les evite nuevas revocaciones y dolores de cabeza. Al fin y al cabo, los jueces son seres humanos, ¿o no?
4. Cómo aprender a escribir de manera que se los comprenda
Este curso sería un exitazo si fuese posible meter a todos los jueces de una jurisdicción y obligarlos a hacerlo. Piense en lo divertido que sería ponerlos a leerse mutuamente y reflexionar sobre expresiones tan comunes como “desinsáculese el perito”, el uso abusivo del gerundio, el amor que le tenemos a “el mismo”, la locura que tenemos por una lengua muerta como el latín, la adicción al punto y guion o la mala costumbre de hacer oraciones-párrafo. Sí, definitivamente el lenguaje claro es una materia que muchos jueces deberían abrazar en un curso obligatorio que evite los “que” en las sentencias.
5. Cómo aprender a hablar para que se los comprenda
Esto va de la mano de lo anterior. Hay que sacarnos el casette de “hablar como abogados” al estar en audiencia. Sobre todo, cuando no son técnicas como una en la cual se debate un recurso, sino que se tratan cuestiones de hecho sencillas, cotidianas, de las partes: un accidente de tránsito, los alimentos para los hijos de una pareja separada, quién se queda con el auto en un divorcio, etc. ¿Cuál es la necesidad de tanto formalismo y solemnidad? ¿Cuál es la necesidad de hablar como Riquelme en tercera persona de uno mismo cuando se ejerce la judicatura? ¿Por qué sí? ¿Por qué no?
6. Cómo aprender a ser líder en vez de ser jefe
Es archiconocido que no es lo mismo ser un líder que ser un mero jefe. Cualquiera puede ser jefe, pero no todos dan la talla para ser líderes. Y menos, buenos líderes que escapen al síndrome de Cronos. No hay dudas que los jueces están llamados a ser líderes de las oficinas que tienen a cargo. E incluso ahora con tantas oficinas de gestión repartidas, su liderazgo es más importante que nunca. No es que “les recortaron el poder” y que “no tienen gente a cargo” sino que su orientación y función es igual de importante. No tendrán la responsabilidad directa, pero si las flamantes oficinas no funcionan bien, ellos pagarán el Pato. O, como dije por acá, serán como Duck Dodgers, ese superhéroe ridículo que hacía el Pato Lucas.
7. Cómo aprender a empatizar o a ver gente detrás de los expedientes
Mucho se habla de inteligencia artificial. Incluso algo dije al pasar por acá. Sin embargo, por ahora, la empatía está entre las habilidades humanas que escaparon a la revolución liderada por ChatGPT. Es, sin duda, un campo que los jueces deben trabajar. Su tarea no es hacer sillas, sino resolver conflictos. No deben ver solo expedientes (hoy PDFs) sino deben saber que detrás de cada uno de ellos hay gente. Sin empatía no podrán hacer otra función importantísima: moderar expectativas. ¿Cómo? Claro, sobre los jueces recae una tarea docente y formadora, que es la de explicarle a las partes el contexto que impide que estas “hagan castillos en el aire”. Aunque suene antipático, el juez debe decirle a la parte que sufrió un hurto, que no debe ilusionarse con que al presunto ladrón que es primerizo lo colguemos en la plaza pública, sino que posiblemente el caso se termine con una probation. Y eso, solo por poner un ejemplo, pero es esencial para librarse de las dos grandes leyes que imperan en tribunales.
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Dicen que soñar no cuesta nada. No tengo idea la forma en que estos cursos puedan ser dados a los jueces, pero no tengo dudas que tendríamos una mejor justicia si los hicieran. ¿Ustedes?
Un comentario sobre “Cursos para jueces que todavía no se inventaron, pero serían un éxito”