El mejor homenaje que se me ocurrió para todos los abogados en el mes en el que festejan su día (en honor a un grande como Juan Bautista Alberdi, a quien siempre recomiendo leer), fue compartir algo que me compartieron.

Un colega que es amigo del positivismo (sí, una rareza en estos días) me compartió este magnífico video con una hermosa respuesta del profesor español Juan Antonio García Amado frente a la pregunta de por qué no fue abogado litigante y terminó abrazado a la academia. En este mes, creo que lo mejor que puedo hacer es compartirlo.
Para aquellos a los que no les gusta ver videos y todavía prefieren leer (sí, gente extraña en estos tiempos), comparto el texto correspondiente a continuación.
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Juan Sebastián Fajardo Vanegas: Yo creo que todos los que te conocemos, admiramos tu fiereza y tu combatividad en el debate, y siempre nos estamos preguntando por qué no fuiste litigante, ¿qué pasó?
Juan Antonio García Amado: Porque yo no sabía que ser litigante podía ser de tanto interés, y tan apasionante, y tan retador, y técnicamente tan exigente, porque esa es una consecuencia, también, de la mala enseñanza universitaria del derecho. Al menos, en mis tiempos, cuando yo estudiaba la carrera, y me temo que sigue pasando, profesores que, en realidad, sabían poco, pero que decían palabras en alemán, aunque no lo hablaran, despreciaban al abogado como picapleitos, que decimos en España. La práctica ya se la contará cualquier abogaducho que quizá le vaya a dar una clase práctica, pero yo le voy a hablar de la esencia del contrato y de la naturaleza jurídica de la usucapión.
Entonces, yo no conocía abogados, por mi origen social. Los abogados que impartían algunas clases en mi universidad no eran exactamente mentes muy deslumbrantes. Los profesores de tiempo completo los despreciaban y yo quería ser filósofo.
Acabo de mencionar una cadena de errores fatales, porque yo no creo que hubiera sido más feliz como abogado, pero sí me habría gustado participar de algunas de esas actividades, que, por ejemplo, tú mismo, yo sé que vives con pasión, porque es muy interesante ser abogado. Uno, entonces, se imaginaba el abogado, que en realidad era el abogado provinciano español, como un burócrata triste, como alguien que lleva papeles al juzgado.
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¿Qué puedo decir sobre esto? Si bien García Amado habla de España, gran parte de lo que afirma puede ser fácilmente trasladable a Argentina. Pienso, por ejemplo, en la enorme distancia que existe entre la enseñanza universitaria del derecho y la práctica del derecho en los tribunales. Todas las cuestiones sobre esencias, naturalezas jurídicas y las mil teorías que se repiten sin cesar en las aulas universitarias siguen estando a años luz del trabajo de los litigantes en tribunales.
Por otra parte, ser abogado litigante es, sin duda una actividad que para muchos es apasionante. No está exenta de sinsabores y decepciones, sobre todo por el nivel de jueces al cual estamos expuestos. Pero al final del día, quiero pensar que los abogados litigantes no son todo lo infelices que se cree.
En lo que no hay similitud es que en nuestro país los profesores de derecho a tiempo completo, full time, son una absoluta rareza, como se destaca en esta entrevista a Santiago Legarre. Sin embargo, a pesar de que tenemos por doquier abogados que dan clase como dice Martín Böhmer, parecería que no hay buenas razones para que eso sea mayoritario. Y ni hablar de los jueces que dan clase, a los que también cuestionó Böhmer.
¿Ser abogado litigante es algo retador y técnicamente tan exigente como plantea García Amado? Me atrevo a decir que, si uno se toma en serio su trabajo, lo es. Lo es a pesar de fueros en donde pedís un flan y te lo dan. Lo es porque no solo hay que lidiar con restricciones temporales, emocionales, dinerarias y demás de los clientes. Lo es porque hay que lidiar con requisitos absurdos como la cantidad de renglones y páginas de un recurso. Lo es porque es muy tentador recaer en prácticas que aseguran la pérdida segura de un recurso. Lo es porque al pelear por los honorarios, hay que armarse contra nefastas prácticas que vienen con años de inercia detrás. Lo es porque para ganar juicios no solo hay que tener razón, sino saberla exponer, encontrar quien la entienda y la quiera dar y deudor que pueda pagar. Lo es porque no solo hay que saber argumentar, sino encima, ser minimalista. Lo es porque, a diferencia de los académicos que pueden abrazar una postura filosófica, los litigantes deben ser camaleones al estilo de Lincoln. Lo es porque, el abogado litigante debe saber moverse como gladiador, pero estar dispuesto a transformarse en un guerrero de la luz. Lo es porque, el abogado litigante que se toma en serio su trabajo encima está constreñido a cumplir con decálogos que le impiden hacer cualquier cosa con tal de ganar. Lo es porque, aunque no se crea, quien necesita un abogado litigante, en la gran mayoría de los casos, incumplirá con su decálogo. Lo es porque, la primera cosa que tienen que hacer aquellos que buscan el poder e imponer la tiranía es matar a los abogados.
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El colega que me compartió el video me dijo que lo hacía porque le hizo acordar a mí. Como no enseño en ningún lado, elegí creer (pues no le pregunté) que me lo decía por mi faceta de litigante (uno medio raro, porque soy empleado público, pero eso da para otra entrada).
Personalmente, como dije por aquí, mi mayor desafío laboral es evitar el aburguesamiento y la comodidad hasta transformarme en un burócrata sin alma. Evidentemente, por ahora, parece ser que lo evité porque al menos no soy (bah, creo que no soy) ese burócrata triste, que lleva papeles al juzgado, como dice García Amado. A mí me encanta ser abogado litigante.