Los abogados y el largo plazo

¿Cómo nos relacionamos los abogados con el largo plazo? ¿Tenemos genuinamente una relación? ¿O vivimos solo de los cortos plazos, vencimientos, urgencias y demás? ¿Lo vemos?

Leo Piccioli es un fanático del largo plazo. También podríamos definirlo como un activista que busca que las personas recapaciten, al menos en su faz laboral, sobre la importancia de priorizar el largo plazo sobre el corto plazo.

Los abogados, sobre todo los abogados litigantes, estamos acostumbrados a vivir entre plazos. Plazos, vencimientos, caducidades, recursos, demandas. Es algo que nos rodea, es algo habitual. Y todo se agrava por los plazos asimétricos, la apoteosis de los jueces o su confusión sobre los plazos.

Aquel abogado que no haya agradecido la existencia del plazo de gracia diría que no es un abogado genuinamente, por así decirlo. Un colega hace poco un colega confesaba haberse “comido un plazo” y creo que el abogado que no lo hizo o miente o tampoco es abogado genuinamente. Al menos, de los abogados litigantes.

Ahora, eso, desde el punto de vista de Leo Piccioli, y le doy la derecha, es todo ruido del día a día o del llamado corto plazo. Reconocer la situación no significa que sea fácil trabajarla. En teoría, lo que uno aspira es a trabajar en el largo plazo, capaz que un poco cada día, pero muchas veces, por distintos motivos, eso no es posible.

Cortesía de Leo Piccioli

En el gráfico que hace Leo Piccioli la situación está maravillosamente esquematizada. Efectivamente, a todos nos gustaría tener el escudo del Capitán América que nos proteja de todas esas distracciones que nos llevan por fuera del largo plazo: desde Netflix, pasando por los clientes, entendido en forma más amplia, el teléfono, los mensajes, las redes, los vencimientos del escrito, las reuniones (odio las reuniones), etc.

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La verdad es que lidiar con todo esto y pretender acercarse al largo plazo es difícil. Ahora, me podrían contestar: “che, pero escucháme, el trabajo del abogado es contestar la demanda, al menos de los litigantes, contestar la demanda, presentar el recurso y siempre en término. No me sirve que esté pensando en el próximo caso, en el próximo recurso, si no puedo resolver bien esto”.

Bueno, hay algo de razón en ambas cosas, porque se ven desde diferentes perspectivas. Así, con la definición de “todo corto plazo es un largo plazo al cual llegaste tarde”, uno podría decir que invertir siempre, al menos un tiempo en el largo plazo, nos permitirá gestionar bien nuestros cortos plazos. Un ejemplo tonto: yo siempre (bueno, no siempre, en la medida de lo posible), intento mejorar los modelos que tengo en mi sistema de escritos, e incluso recursos, que son repetitivos o que regulan situaciones que se me dan habituales cuando litigo.

Por ejemplo, cuando me rechazan un beneficio de litigar sin gastos, ya tengo un modelo de escrito, el recurso. O, por ejemplo, para cuando los jueces se equivocan y ordenan sustanciar un recurso de revocatoria, al que en realidad deberían haberlo resuelto sin sustanciación (insólito, pero real), también tengo un modelo. Entonces eso, que vamos a decir, bueno, me salí del corto plazo de ver las notificaciones, de contestar esto, de contestar el teléfono, de contestar los mensajes, es, por así decirlo, una inversión a largo plazo. ¿Por qué? Porque la próxima vez que se dé la situación, yo estaré mucho mejor preparado y podré resolver ese corto plazo en muchísimo menos tiempo, como le decía a un colega: “el recurso en ese caso es solo apretar botones, lo saco rapidísimo”. Así gasto menos tiempo y es más eficaz la cosa. ¿Gracias a qué? Gracias a que en algún momento me salí del corto plazo y trabajé en el largo plazo.

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Un poco de la relación, por así decirlo, de los abogados con la inteligencia artificial, se relaciona con el largo plazo. Es decir, hay que tomarse el tiempo para entender la inteligencia artificial, para entender los prompts, para mejorarlos, para probar, para acomodar, para testear y de esa manera poder mejorar todavía más nuestro largo plazo.

Quizás ahorremos un montón de tiempo. Quizá los resultados no se vean ahora, pero se van a ver más adelante. Y van a ser muy buenos. La situación es similar a la que yo veo cuando decidimos litigar determinadas cuestiones.

Quizá en el caso concreto no le veamos el beneficio, o sea, quizás sea un poquito contraproducente y nos demoremos más. Pero en el largo plazo hace la diferencia. Sí, hay un montón de casos que yo decidí litigar y después nunca me volvieron a ocurrir. Por ejemplo, el tema de la exigir la caución juratoria en los alimentos. Obviamente, siempre hay que hacerlo con el acuerdo del cliente explicándole la situación.

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El impacto que se tiene al lograr cambiar una práctica de un juzgado o de un juez, podría decir que es exponencial, o sea, nos ahorramos no sé cuántos tiempos de demoras por actos innecesarios de casos futuros repetitivos. Y eso, a mi modo de ver, es trabajar en el largo plazo. Ojo, no es fácil, es muy difícil.

Nos comen las supuestas urgencias cuando no hay nada urgente. Los cortos plazos, las interrupciones, los clientes, la vida, Netflix, las distracciones. Pero bueno, debemos gestionar mejor nuestro largo plazo para que nuestro corto plazo sea un trámite.

Todos los abogados debemos aprender a hacerlo. Y es un desafío que tenemos en el día a día. Me atrevo a decir que no se terminará nunca, porque siempre habrá algo en el cual podamos mejorar. ¿Frustrante? No, desafiante, a mi modo de ver.

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