La odiada caducidad, fruto del error

Sí, perder por caducidad un proceso es espantoso. Pero ganarlo es hermoso. Y más si es producto de un error de la contraparte, como lo recuerdo aquí.

Cortesía de ChatGPT by DALL·E

Como recordé por aquí en un caso por daños y perjuicios, el litigio en un primer momento giró sobre la sustitución de un embargo sobre la humilde moto de mi cliente para que pasase a sus ínfimos haberes. Obtuve la sustitución, pero por otros argumentos.

Por supuesto, el caso siguió, pero no tan rápido como lo debería haber hecho, lamentablemente para el actor.

¿Por qué? Pues porque todo el tiempo en el que estuvimos discutiendo la cuestión cautelar había sido, de acuerdo a una jurisprudencia viejísima y pacífica, en vano. El proceso no había tenido actividad que lo impulse. Me di cuenta de eso y planteé la caducidad de instancia. Por aquella época, plantearla y ganarla era, puedo decirlo, común. Hoy es muchísimo más difícil, merced a la digitalización, pero en gran medida al Nuevo Código Procesal Civil y Comercial, más restrictivo en materia de caducidad.

¿Cómo salió? A favor, por supuesto. Se hizo justicia para mi cliente, que, siempre me pareció, fue engañado cuando lo llevaron a la Comisaría a firmar y reconocer el accidente para, a la postre, ser embargado en su motito.

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