¿Somos los abogados solucionadores de problemas? ¿O somos el problema? ¿Así nos forman en la facultad? ¿O es una visión que quedó atrasada en el tiempo?

Hace poco una colega que es abogada y que también es escribana me dijo que estudiar Escribanía le sirvió mucho para “cambiar el chip” o ampliar sus horizontes. ¿Por qué? Pues porque desde su punto de vista los abogados no son solucionadores de problemas como sí lo son los escribanos. Mientras los escribanos ven el problema y en seguida buscan cómo solucionarlo, los abogados no. Estos están formateados para el litigio, el conflicto.
La verdad que su reflexión me hizo pensar mucho no solo sobre la enseñanza sino sobre cómo ejercer o cómo encarar el ejercicio de la profesión en todo ámbito.
Otra visión
Este tema seguro ya lo vimos. Yo tengo otra visión. A mi parecer los abogados estamos entre gladiadores y guardianes de la luz. Y también he dicho que cuando estamos en el modo gladiadores debemos ser camaleones, como Abraham Lincoln. O sea, usamos los argumentos de un lado, usamos los argumentos de otro lado, según el caso que nos toque.
Tal vez por eso, o porque no estudié Escribanía y por ende no tuve la experiencia de la colega, no pude compartir su visión. Sobre todo, porque viví el avance de los métodos alternativos de solución del conflicto. Es más, tomo parte de su visión: los abogados trabajamos con problemas, con casos, con personas de carne y hueso. O al menos, los problemas que tienen las personas de carne y hueso. Y a través de nuestro conocimiento, de nuestra práctica, de nuestra experiencia, lo que hacemos es buscar soluciones.
¿Qué es lo que pasa luego? Muchas veces las soluciones van a depender, del cliente. O sea, nosotros pensamos en las posibles soluciones al problema, que casi siempre es un conflicto. Una de las alternativas es el litigio, pero no siempre. Muchas veces los conflictos se solucionan sin que la sangre llegue al río… o el caso a tribunales.
Muchas veces los clientes se embarcan en un juicio, sin tener en consideración no solo las cosas que son necesarias para ganarlo, sino todo lo que conlleva no desde el punto de vista extra jurídico. Es decir, además del tiempo que nos insume, el costo en dinero y cómo lidiamos con la incertidumbre de tener un conflicto abierto.
En mi experiencia, todos los días soluciono conflictos a través de métodos alternativos de solución como la mediación. Esta, muchas veces denostada, es ciertamente maravillosa y siempre la destaco. No siempre litigo el problema.
La ley del martillo
La visión de la colega no se encuentra “en el aire”. Impera mucho la ley del martillo: “si tu única herramienta es un martillo, cada problema parece un clavo”. Es decir, así como de la gente de los informáticos o de la gente de Sistemas se suele decir que para ellos la única herramienta que tienen es el formateo de la computadora, se dice otro tanto de los abogados. Para mucha gente, la única herramienta de los abogados es el litigio, el juicio, una demanda.
Creo que esa visión es un poco injusta con nosotros. Los abogados no solucionamos todos los problemas, Ni encaramos todos los conflictos y los casos de igual manera. Muchos los solucionamos hablando, negociando, con una carta documento, con una mediación, con una conciliación (esto inclusive en procesos penales), redactando contratos, etc. Muchísimos casos se solucionan con acuerdos, no necesariamente con juicios. Es más, los casos que llegan a juicio, de todo el universo de conflictos, todavía es bajo.
Además, hay perfiles de abogados. Ahí está nuestro comprovinciano Jacobo Cohen Imach, crack de Mercado Libre, que orgulloso dice que nunca pisó tribunales. Desarrolla contratos, estructuras societarias y todo para que funcione el negocio. Eso es el mundo corporativo. Es una posibilidad de ejercicio.
Cultura litigiosa vs. Cultura de la litigación
¿Entonces? Me parece que es la visión que tuvo mi colega cuando estudió. Claro, de eso ya pasaron varios años. Hoy creo que algo cambió en la enseñanza y ni hablar con la inteligencia artificial: se nos han abierto posibilidades insospechadas.
Quiero creer que hoy si un abogado o un estudiante de derecho tuviera que escribir al respecto, no se llevaría la misma impresión que mi colega. Todo lo contrario: entendería que los abogados también somos solucionadores de problemas (aclaro que dentro de la ley, con la ética profesional como bandera, no solucionadores de problemas con medios ilegales).
Tengo la leve esperanza de que hoy se está dando más eso. La cultura del litigio ha dado paso, un poco a la cultura de la litigación. Litigio y litigación no es lo mismo. Una cultura litigiosa es aquella que lleva todos los conflictos tribunales y así el sistema no funciona, sino que colapsa.
Ahora, una cultura de litigación sí es importante. ¿Por qué? Porque si tenemos una cultura de litigación fuerte, nos va a servir a todos los involucrados para tomar decisiones estratégicas con nuestros casos, como lo explica Alejandro Rúa en su Manual de litigación penal. Si bien lo dice para el ámbito penal, se aplica para cuestiones no penales. La teoría del caso, con el análisis fáctico, probatorio y jurídico, además de debilidades y fortalezas, es una herramienta fundamental para los abogados.
Si avanzamos en esa cultura de analizar los casos, que son problemas, y ver las posibilidades que realmente se tienen a la luz de la teoría del caso, o sea, el derecho, los hechos y la prueba, tengo la leve impresión de que avanzaremos más hacia el perfil de abogado como solucionador de casos, solucionador de conflictos, solucionador de problemas.
Si bien no todos los casos llegan a juicio, trabajar los casos con las herramientas de la cultura de la litigación nos va a ayudar a planificar si realmente vale la pena o no llevarlos a juicio. Y si vale la pena, qué posibilidades de éxito tenemos. Lo que hoy parece, quimérico o muy incierto, por la serie de debilidades que tiene el sistema (que daría para otra entrada: jurisprudencia no vinculante, principios que matan normas, normas inadecuadas, etc.) es el camino que se está empezando a trazar. Capaz que muy lento, capaz que más lento de lo que querríamos, pero al fin y al cabo se empezó.
Deseos
Obviamente querría que en todas las universidades del país litigación sea una materia troncal y que esté todos los años, desde el primer año. Querría que los códigos procesales civiles se adecúen y dejen la parte inquisitiva que los códigos procesales penales en su gran mayoría dejaron hace mucho. Querría que el juicio por jurados no se aplique solo a los casos penales, sino también a los civiles, porque sin duda eso elevaría también el nivel de litigación.
Pero bueno, Roma no se construyó en un día. Ciertamente una justicia de calidad, uno de los motores de una democracia de calidad, como dice Alberto Binder, tampoco. En ese camino, en esa construcción, los abogados, para acercarnos más a la visión de “solucionadores de problemas” que tiene mi colega en mente, tenemos un gran desafío: no tenemos que ser como los informáticos o como aquellos que para todo problema que ven como un clavo usan un martillo. ¿Podremos?