Alfredo Colmo sobre el lenguaje forense

Dije que Alfredo Colmo se merecía que le dedicase un texto. Me equivoqué. Merece varios. En su obra póstuma, La Justicia (1957), que, insólitamente, tiene una notoria actualidad, se dedicó al curioso lenguaje de los abogados. ¿Lo vemos?

1. ¿Cómo debe ser el lenguaje jurídico? ¿Popular? ¿Vulgar? Colmo es clarito: “El lenguaje jurídico que no tienda a ser popular, sin degenerar en vulgar y menos en chabacano, tiene que ser un mal lenguaje”.

2. Ojo, no tenía una buena opinión de los “juristas” de su tiempo en lo que hace al uso del lenguaje: “Parecería que tanto más jurista se es cuanto más se desconocen los cánones del buen hablar”.

Colmo nos cuenta de dónde vienen expresiones que tan bien conocemos los abogados, pero cuyo origen, apuesto, desconocemos: «En tiempos anteriores del procedimiento escrito en España, los jueces no siempre estaban en inmediato contacto con el expediente o los autos: cuando se les hacía alguna petición que debía ser resuelta por ellos en persona, ponían la providencia “vengan los autos”, que luego quedó lisamente en “autos” y cuya supresión por innecesaria es paladina. Lo propio es dable decir de la otra “autos y vistos” con que se encabeza entre nosotros, por pura costumbre, ciertos decretos o resoluciones de alguna importancia, y que significa más o menos lo siguiente: “vistos estos autos, de los cuales resulta que se pretenda tal o cual cosa en mérito de estos o aquellos motivos, etc.”. Y los litigantes concluían sus escritos con una fórmula “es justicia que pido, protestando no proceder con malicia, etc.”, que se redujo a “es justicia, etc.” y que entre nosotros queda en “es justicia”.»

3. Y es duro en calificarlas de resabio: “Tocante a la popularidad, no valdría la pena insistir acerca de expresiones un tanto inocentes que nada dicen y que se conservan por mero resabio. Tales, entre otras, las siguientes: “autos”, “otrosí”, “autos y vistos”, “es justicia”, etc”.

4. ¿Es que escribimos tan mal los abogados que somos “bárbaros”? Colmo parece pensarlo así, pues nos dice que no respetamos nada: ni la gramática, ni la lógica, ni el buen sentido: «De mucho mayor importancia es lo concerniente a precisión y propiedad: aquí los atentados contra la gramática, la lógica y el buen sentido ofrecen como resultante un lenguaje que, en su trabucamiento y cojeras y en su imprecisión y oscuridad, no dista mucho de lo simplemente bárbaro».

5. Por supuesto, en la ¿diatriba? no podría faltar el imprescindible “que” pues un escrito judicial (o sentencia, por supuesto) no merece ser calificado de tal si es que no se encuentra plagado de tan magna palabra. Colmo atiende al “que” y a otras expresiones «costeras»: «Siquiera en homenaje a la gramática y a la estética más elementales debería barrerse con el intolerable “que” de nuestro estilo forense, o con expresiones como la de que las costas han sido bien “eximidas al vencido”, cuando no de la referente a “eximición” (exención) de las costas».

6. Si ni siquiera podemos escribir razonablemente bien en español… ¿cuál es la necesidad de los juristas de ir más allá y lanzarse al uso indiscriminado de citas extranjeras? Colmo cree que la respuesta está en parecer más culto de lo que uno es: «Lo más singular es que nuestros juristas, que tan poco dominan el idioma vernáculo, se den el lujo de citas extranjeras, sobre todo de las latinas, que por lo esotéricas parecen entrañar y acusar alta cultura».

Yo no tengo la respuesta a la pregunta, pero coincido con Colmo en la observación de un fenómeno que se repite: “Y es de ver lo frecuentemente incorrecto de sus citas, ya en traducción, ya en sentido, ya en ambas cosas a la vez”.

7. ¿Es que hay alguna forma de lenguaje forense a la que debemos aspirar los abogados? Colmo lo resume en esta “oración-párrafo”: «Así, el lenguaje forense será preciso y conciso, mas no telegráfico, que suele ser signo de pobreza; será correcto, no trabucado y zurdo, por lo mismo que es lenguaje; será accesible, sin necesidad del esoterismo que lo vuelva cosa de mistagogos; no huirá de lo elegante, sin llegar en momento alguno a lo alambicado, que lo haría esotérico en otro sentido; y, por sobre todo, tendrá que ser claro, porque entonces corresponderá a algo fundamentalmente indispensable y que entre nosotros no abunda, a la noción cabal del derecho correspondientes al caso y a un pensamiento dignamente lúcido y hasta superior».

Y sí, al fin y al cabo, él mismo era abogado…

Sí, esto fue un hilo el 09/02/25.

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