En el trabajo siempre se dan esos casos insólitos que recordamos con cariño.

En todo trabajo tocan casos insólitos. Con el tiempo, miramos atrás y los recordamos con cariño. En mi primer año como defensor “el caso del camión” fue el primer caso insólito que tuve, antes del caso del perro con su segunda parte.
¿En qué consistió el caso? Pues era un problema derivado de un conflicto familiar entre varios hermanos. Dos de ellos tenían en condominio (50% cada uno) un camión (por supuesto, viejo). Vaya uno a saber cómo, el tercero de los hermanos, ni lerdo ni perezoso, se apropió del camión. De buenas maneras, mi cliente intentó recuperar el camión, sin éxito. ¿El otro hermano? No sé por qué, no le importaba la cuestión del camión.
En ese entonces lo hablé con mi secretario, que venía del fuero civil y comercial y armamos una reivindicación por el dichoso camión. Eso sí, le agregué como cautelar el pedido de secuestro del camión. En retrospectiva, era un poco mucho, pero, bueno, uno juega con las herramientas que tiene.
Aunque no lo crean, la jueza nos dio la razón y ordenó el secuestro del camión. Una vez en poder de nuestro cliente, hicimos la mediación. Gracias a Dios hubo del otro lado un colega que asesoró bien al hermano demandado para que este dislate no se extendiera más. Lo acordamos en una sentada con la mediadora. Recuerdo que en algún punto de la reunión casi todo se estropea por un posible gasto que debía realizarse sobre el camión (ya no recuerdo qué era). Solo bastó que preguntara de cuánto estábamos hablando para darnos cuenta todo que era una nimiedad. El cliente aceptó pagar el gasto y sanseacabó: reivindicación de camión resuelta en menos de siete meses con feria veraniega incluida. Maravilloso.