Johnny Deeps se buscan para tribunales

Alguna vez dije que para elegir personas que trabajen en tribunales, no me parecía razonable elegir ni el tipo Pato Lucas ni el tipo Bugs Bunny. Hoy digo que creo que hay que buscar muchos Johnny Deep. Sí, el actor.

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Nadie se acuerda ya, pero alguna vez el por entonces juez de la corte tucumana, René Mario Goane, les “pinchó el globo” a todos los que defendían el sistema de selección de jueces, fiscales y defensores a través del novedosísimo Consejo Asesor de la Magistratura (CAM). ¿Qué dijo Goane? “Yo dije y reitero que no hay órgano de selección de jueces en el mundo capaz de determinar la firmeza de convicción y la vocación institucional de los magistrados. Eso se tiene o no se tiene» (La Gaceta, 21/05/11). Estimado lector, no se tiente con buscar en su cabeza nombres que ejemplificarían la frase del difunto magistrado, pues esa no es la idea, aunque, si le vienen, seguro entenderá lo que sigue a continuación.

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El CAM, más allá de su traumático nacimiento y algunas cuestiones numéricas que toqué por acá, es, sin duda para todo el sistema judicial tucumano, un avance. Sin embargo, si uno se pone a revisar el procedimiento de selección e incluso a compararlo con otros, no se observan, a simple vista, mecanismos para encontrar esa firmeza de convicción acompañada de esa vocación institucional que nos gustaría encontrar en los jueces que nos juzgan en tribunales.

¿Cómo se hace? ¿Qué prueba se les hace rendir a los candidatos? ¿Cómo se los evalúa en esos aspectos? ¿Acaso en una entrevista que apenas aporta diez puntos de un total de cien con alguna pregunta que se pueda colar los consejeros se darán cuenta de si hay firmeza de convicción en el postulante? Lo veo difícil, sino imposible. Punto para Goane.

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Cambiemos el enfoque. Cuando usted tuvo que elegir a algún empleado, ¿sabía que iba a tener firmeza de convicción? ¿O vocación por el trabajo que iba a hacer? Ni hablar de la cuestión ética, tan pasada de moda en la actualidad.

La verdad, aunque duela, es que la selección de jueces, fiscales o defensores no se distingue, en cuanto a sus limitaciones, riesgos e incertidumbres, de la selección de cualquier empleado, público o privado. Punto contra Goane.

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Por supuesto, el riesgo o la incertidumbre pueden ser contrarrestados con diversas medidas, aunque en general, tienden a asegurar un mínimo de capacidades. Es decir, a evitar a los peores. Así, cuando se nos pide que presentemos un informe sobre nuestras sanciones disciplinarias, ya sea vengamos del ejercicio profesional o de la carrera judicial, se tiende a eso. Ojo, no es poco y peor es nada, como se dice.

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Alguna vez me tocó trabajar con un juez. Lo que me impactaba no era solo la firmeza de convicción y la vocación institucional que dejaba en claro cada vez que ejercía su rol, en términos de Goane. ¿Qué más? Pues su compromiso con el trabajo. Pero no la locura de trabajar hasta el burnout. No, nada de eso, pues ser workaholic no garantiza la excelencia (es más, tiendo a pensar lo contrario). Tampoco el compromiso que se nota en los primeros años de la función, donde impera (o debería imperar, al menos) el “escobita nueva barre bien”. Lo que me llamaba la atención era que a pesar de los años de trayectoria haciendo la misma tarea, la misma función, el hombre todavía disfrutaba hacer su trabajo. Puede parecer una tontera, pero no lo es y recuerdo que me admitió que le encantaba desempeñarse como juez. Definitivamente no es poca cosa, pues en toda área, ciertamente muchas veces gana la rutina, el tedio y el hastío. ¿En la justicia también? Sí, muchachos, en la justicia también. Al fin y al cabo, no es más que un trabajo (sí, sí, tiene su importancia, pero no deja de ser un trabajo).

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¿Por qué no es poca cosa encontrar a alguien que admita que disfruta de su trabajo como juez luego de años? Porque, según no se cansa de repetirlo Martín Böhmer en su cruzada contra los jueces que dan clase, los jueces tienen una función tan importante que no deberían ejercer la docencia, sino que deberían dedicarse full time (full life diría Carlos Fayt) a su función: a resolver conflictos, solucionar controversias, en definitiva, a hacerle más fácil la vida a la gente. De nuevo: no es poca cosa.

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¿Che y qué tiene que ver todo esto con Johnny Deep que hace un tiempo salió airoso de tremendo juicio contra Amber Heard? Ahora voy a eso. Uno de los grandes personajes de Deep es el capitán Jack Sparrow, protagonista de la saga de Disney, Piratas del Caribe. En alguna entrevista que vi por ahí y que ahora no recuerdo dónde, Deep decía que amaba interpretar a Jack Sparrow, que lo divertía mucho, sabía que es un personaje entrañable para los niños y la familia en general. En fin, decía, “encima te pagan, ¿sabés? Sí, te llevas un cheque a casa por interpretarlo”. No tengo ni idea cómo encontrar jueces que amen su trabajo al punto de disfrutarlo y reconocer que encima les pagan por hacer algo que disfrutan, a lo Johnny Deep, pero sin duda se necesitan muchos como él en tribunales. ¿O no?

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