Carlos Miguel Ibáñez (p), el papá de Charly

Hace unos días el foro tucumano perdió a uno de sus mejores jueces, Carlos Miguel Ibáñez (p), quien integraba la Cámara en lo Civil y Comercial Común del Centro Judicial Capital. Sin embargo, eso es anecdótico y hasta egoísta. Detrás del lamento por la pérdida del hombre público para la organización se encuentra la tristeza y la desazón por el esposo y padre de familia que era. Al fin y al cabo, los jueces son seres humanos como el resto de los ciudadanos. Por eso, no espere, querido lector, encontrar en estas escasas líneas, un obituario ni un panegírico. No tengo la habilidad para armar el primero ni tampoco el convencimiento para realizar el segundo. ¿Entonces? Pues solo le prometo un torpe intento de poner en palabras algo de lo que personalmente, como amigo de Carlos Miguel Ibáñez (h), alias “Charly”, llegué a conocer del hombre que nos dejó, su papá.

1)   No se olvide de las normas

Alguna vez mi trabajo fue armar proyectos de resoluciones judiciales. En ese entonces, Charly, por iniciativa propia, le mostró algunos a su papá. Este le hizo una devolución crítica que hasta el día de hoy recuerdo. “Están muy bien, pero le faltan normas, decíle que no se olvide de las normas”. Letal. Con eso aprendí (o recordé), que el trabajo de los jueces es aplicar el derecho, las normas y que hay que tenerlo siempre presente. A partir de ¿esta devolución interpósita persona? desde ese día busco en mi trabajo construir los argumentos a partir de las normas. Al fin y al cabo, en principio, la jurisprudencia y la doctrina son actores de reparto.

2)   Pregúntele al juez

Muchas veces uno no tiene la humildad para preguntar. Mi ex jefa, conociendo la relación que tenía con Charly, me mandó a preguntarle una duda puntual a su papá. Fui, avergonzado (estúpidamente avergonzado) y me atendió amablemente. La cuestión era, para mí, nimia y estaba clara, pero mi jefa por aquel entonces quería estar segura. Cuando se la expuse, el sentido común en la respuesta del papá de Charly me dio el baño de humildad necesario: “¿Y por qué no le pregunta al juez en un escrito si es A o B?”. Eso hicimos y resolvimos la cuestión. La lección que me llevé es que el sentido común tiene razón: si no sabemos, hay que tener la humildad necesaria para preguntar.

3)   Memoriales de agravios

La jubilación es algo que está en el horizonte de todos en teoría. Recuerdo alguna vez hablar sobre el qué haríamos una vez jubilados con Charly. O qué iba a hacer gente cercana una vez jubilada. La respuesta sobre lo que le gustaría hacer a su papá, en aquel entonces me sorprendió. “Si se jubilara y se fuese a ejercer la profesión, le gustaría expresar y contestar agravios”. En ese momento no daba crédito a lo que escuchaba, ¿expresar y contestar agravios? Pero si eso es una actividad tan aburrida, pensé. Y la comparé con un viejo colega que, ya entrado en años, en su estudio jurídico solo se dedicaba a hacer y contestar telegramas laborales. Solo con el tiempo entendí la sabiduría de la respuesta del papá de Charly. Hoy, aunque estoy lejos de la jubilación, una de las tareas más placenteras y apasionantes de mi trabajo consiste en hacer memoriales de agravios.

4)   Un papá orgulloso

No sé bien cómo, probablemente haya sido porque en aquel entonces no tenía auto, pero una vez terminé con el papá de Charly y con este yendo en el auto del primero al sepelio de otro gran juez y buen tipo, Ricardo Miguel Ángel Molina. La conversación derivó, lógicamente porque éramos tres abogados, hacia lo jurídico. Terminamos hablando de un fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, “Artavia Murillo”, si mal no recuerdo y del concepto de persona humana. Todavía me acuerdo, como si fuera ayer, cuando el papá de Charly se sacó su traje de camarista para quedar como lo que era, un papá orgulloso, al decirme: “¿Sabe qué? Mi hijo justo acaba de escribir un artículo muy interesante sobre el tema…”. El orgullo de padre por su hijo que sentía era genuino y lo transmitía con toda transparencia.

5)   Escribía votos y libros

En general, uno supone que los jueces escriben sus sentencias. En el caso de los camaristas, sus votos. Y que los profesores de derecho escriben sus libros. Pero uno supone mal, como en tantas otras cosas. La delegación que impera en tribunales hace que la primera situación sea cada vez más excepcional. En cuanto a los libros, cada vez más se ha extendido la moda de las obras colectivas, en las que ya no hay un autor, sino un director o un compilador y muchos autores de distintos capítulos o artículos. El papá de Charly fue, hasta sus últimos días, la excepción en ambos ámbitos: un juez que escribía sus votos y un profesor que escribía sus libros. Eso, una excepción que debería ser regla debe ser reconocido y destacado. Ojo, eso que personalmente fui muy crítico con muchos de sus votos en varios casos famosos que le tocó intervenir, cosa que siempre le dije a Charly, en un ejercicio de sinceridad al que lo tengo acostumbrado desde que era más chico (y creo que más irresponsable).

6)   YouTube

No me enteré sino en el velorio del papá de Charly, que aquel, en plena pandemia, tomó el toro por las astas y grabó todas sus clases de su materia, Contratos. Un hombre grande, solo, se puso la camarita, se sumó a la ola de la virtualidad y zas… ahí están, todas las clases subidas a YouTube, para que las generaciones de estudiantes las aprovechen. Yo me quedo con el ejemplo de un tipo que supo adaptarse a los cambios, a pesar de sus limitaciones tecnológicas. Personalmente, en su lugar, no sé si podría haberlo hecho.

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¿Qué más puedo decir del papá de Charly? Nada más. Ahí están sus colegas de la cámara, sus colegas de la cátedra, su esposa y sus hijos. Charly sintetizó, con la precisión que lo caracteriza, la situación: “Se fue un juez, se fue un profesor, pero, sobre todo, se fue un buen tipo”. Y tiene razón, se fue un buen tipo. Lamentablemente, hacen falta más buenos tipos: en el foro, en la academia y en las familias. Esperemos que cuando ya no estemos, los que queden puedan decir orgullosos de nosotros lo mismo que decimos hoy del papá de Charly. Nada más, pero tampoco nada menos.

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