¿Somos eso los abogados cuando litigamos? ¿Podemos desempeñar ambos roles con eficacia? ¿O no?

Creo que en la serie Scandal de la increíble Shonda Rhimes, protagonizada por Kerry Washington es en donde primero escuché la comparación entre abogados y gladiadores. Si bien Olivia Pope & Asociados era una firma experta en manejo de crisis, más vinculada a la política y a los casos controversiales, no se cansaba de reafirmar que su equipo eran “gladiadores de traje” para defender a sus clientes. Lejos de series como Suits, The Good Wife o Boston Legal, la práctica del derecho, el litigio y demás, quedaba muy de lado. No importa, igual la disfruté, al igual que How to Get Away with Murder.
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Con el tiempo descubrí la misma comparación en algún video de Debora Huczek, pero en esa oportunidad vino complementada por el concepto de “guerrero de la luz”. Esto me hizo acordar a una vieja película, Peaceful Warrior (2006) que cuenta la historia de un gimnasta olímpico, Dan Millman.
Yo ya a esta altura no sé si mezclé los conceptos o las enseñanzas de tantas películas, series o del video de Huczek, así que no la responsabilizo a ella por lo que sigue. Si algo no entendí es de mi exclusiva responsabilidad.
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Los abogados en general estamos formateados para el litigio, el pleito, el conflicto, la lucha o todo lo que se le parezca. En eso, somos como los gladiadores romanos. Si estuviésemos del lado de los clientes, doy por sentado que nos gustaría tener un gladiador que nos defendiese con todo el tesón, la fuerza y la habilidad posibles. Al fin y al cabo, en los litigios se juega buena parte de la propiedad y la libertad.
Las habilidades que como abogados tenemos que desarrollar en los litigios han ido creciendo de la mano de la oralidad, la gran moda en todos los procesos. Ya no es solo presentar un escrito con frases grandilocuentes. Ahora hay teoría del caso, examen, contraexamen, alegatos, planificación del caso, etc.
Pero ni siquiera todo eso es suficiente. Todo ese bagaje teórico además debe ir acompañado de una práctica continua. De nada me sirve saber la teoría de las objeciones si después no objeto la pregunta del contrincante en el momento justo. O peor, si objeto algo que no debería objetar. Igual de ineficaz es hacer un hermoso alegato de apertura que no se ve corroborado con la prueba del juicio. Ni hablar sobre un alegato elocuente que no se base en la prueba. Y si hay juicio por jurados, más en evidencia quedamos como gladiadores que no han hecho su trabajo.
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Sin embargo, muchísimas veces los gladiadores no son los más adecuados para afrontar los conflictos. Por supuesto, dependerá del conflicto, del contexto, del cliente, de la falta de pruebas, de la escasez de recursos o del más escaso de todos, el tiempo. Pero seguro que existen cuestiones que no son aconsejables enfrentar en modo “gladiador”.
En esas situaciones es que debemos transformarnos en “guerreros de la luz” que vienen a poner paños fríos al conflicto y buscan la mejor forma de resolverlo. Contamos con herramientas como la negociación, la persuasión y la mediación. Nuestro rol en esas situaciones cambia. ¿O acaso nunca hizo entrar en razón a un cliente sobre lo provechoso de hacer un buen acuerdo? He ahí donde tiene sentido eso de la Mejor Alternativa al Acuerdo Negociado (MAAN) que los dichosos (y más jóvenes) aprendimos en el libro Sí… ¡de acuerdo! de Roger Fisher y William Ury.
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Digresión sobre los abogados y el conflicto. El conflicto es la vida misma. La sociedad está llena de conflictos. Y es natural que así sea. Una sociedad sin conflictos es, por así decir, una sociedad muerta. El tema es cómo gestionar esos conflictos. Por eso no puedo no estar de acuerdo con Alberto Binder cuando él reconoce la función de los abogados en sociedades modernas como las nuestras, donde pululan los conflictos. Necesitamos más y mejores abogados para desarrollar una política de la conflictividad. No todo debe terminar en la justicia. Menos todavía en la justicia penal. Hay un campo extensísimo que puede ser aprovechado por los métodos alternativos de resolución de conflictos. El mismo campo del derecho procesal penal se amplió a la mediación, la conciliación, la reparación, en fin, los acuerdos. Y para eso hacen falta abogados formados y comprometidos.
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Regreso al punto. ¿Somos abogados del estilo gladiador o, por el contrario, nos sentimos más cómodos como guerreros de la luz? Definitivamente es una pregunta muy personal. Cada uno de nosotros trae consigo un background que, a simple vista, lo inclinará, al menos en su formación, para uno u otro lado. A eso debe sumársele la habilidad de cambiar el chip (si es que fuese posible) entre ambas modalidades de ejercicio profesional. Y, por si fuera poco, tenemos nuestro gusto. A algunos les emociona cada vez que encaran un caso con la preparación de la audiencia, el examen y el contraexamen. Ni hablar sobre los alegatos (daría para otra entrada su sobrevalorada importancia abogadil). Pero hay otras personas a las que no les gusta eso, sino que aman resolver charlando y no confrontando.
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¿Podemos desempeñar ambos roles más o menos a un nivel aceptable? Es muy del caso concreto y de la persona. Menos mal que existen los equipos, donde las habilidades que les falta a uno, las completa otro. Así como el 9 no puede jugar de 5 al mismo nivel, lo mismo debemos entender los abogados. Dejemos a los que saben, reconozcamos nuestras limitaciones. No somos polifuncionales a un nivel aceptable. Salvo urgencias, como la de Gerlo jugando de 9, no son recomendables.
Después de más de un cuarto de siglo ejerciendo libremente la profesión, consolidado el “paradigma judicial” derivado para el derecho privado del Código Civil y Comercial de la Nación, estimo que el esmero del abogado por actuar como un guerrero de la luz constituye hoy un “imperativo categórico”, ante el paroxismo de una discrecionalidad judicial que, so color de principios, ponderación y diálogo de fuentes, ha hecho del litigio una “verdadera timba”.
Tanto que ha adquirido actualidad la inquietante bienaventuranza con la que Borges nos provoca en sus “Fragmentos de un evangelio apócrifo”: bienaventurados los que NO tienen sed de justicia, porque saben que nuestra suerte, adversa o piadosa, es fruto del azar, que es inescrutable.
Tomé la cita de un pequeño libro, recientemente publicado, que se titula “Borges y el derecho”, escrito por Leonardo Pitevlink. Muy recomendable!
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Tremenda la frase en la que se compara el litigio como «una verdadera timba». Me parece que todavía soy ingenuo y me resisto a creerla cierta, aunque la realidad nos siga pegando en el sentido contrario. Gracias por la recomendación del libro, lo tenía apuntado.
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