El proyecto Huemul

Sale entrada que mezcla ciencia, energía atómica, historia, derecho y a Perón. ¿Más inclusivo no se consigue no? Al final dejo la fuente, por supuesto, no me crean, vayan a la fuente directo siempre.

En 1950 Perón crea la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). La estrella o rockstar que había conquistado al presidente era un científico austríaco (¿alemán? ¿nazi?), luego nacionalizado argentino, Ronald Richter. Nacía el proyecto Huemul.

Richter había prometido hacer ingresar a la Argentina en el selecto club de las potencias nucleares. El gobierno le concedió todo lo que pedía. La isla Huemul, en el lago Nahuel Huapi, cerca de San Carlos de Bariloche, era su lugar en el mundo.

Aparentemente Richter era un genio… y tenía mal genio. Idas y vueltas en el proyecto, caprichos, malentendidos, roces con los militares… No importa, Perón renovaba su fe con una carta del 18 de febrero de 1951 que decía esto…

Richter como científico gozaba de una independencia absoluta, con el respaldo del primer mandatario. Sí, ya sé: ¿cuál era esa orden que Perón decía adjuntar? Pues, ni más ni menos que una delegación de sus poderes presidenciales en manos de Richter.

¿Cómo? Pues sí, aunque parezca insólito, eso pasó. Acá el contenido de la orden, escrita de puño y letra y fechada el 1º de Marzo de 1951. Aparentemente Richter era un genio y por eso contaba con tal apoyo del presidente, al punto de hacerlo ¿presidente también?

Dejo la interpretación del hecho histórico de esa delegación a los constitucionalistas, pero con una interpretación amplia (muy amplia), da para curiosidad histórica, al menos.

Volvamos… el 25 de marzo de 1951 se anunció al mundo que la Argentina había logrado dominar la energía atómica. Miren la portada del diario Democracia de ese día. Richter prometía y Richter (Perón) cumplía.

Todo era una fiesta. Richter era el hombre del momento: recibe la medalla peronista y además, el título de Doctor Honoris causa de la UBA. ¿Qué podía salir mal?

Bueno, todo. Todo podía salir mal. El supuesto éxito argentino de haber logrado reacciones termonucleares vía la fusión fría, que permitiría el acceso a energía ilimitada, limpia y no contaminante era una farsa. Y Ritcher, un embustero, como se sabría tiempo después.

“Los conceptos teóricos sumados por el Doctor Richter carecen de los fundamentos necesarios para permitir que se abrigue alguna esperanza de una realización exitosa de sus propósitos tendientes a lograr una reacción termonuclear mantenida y controlada”. Categórico fue José Antonio Balseiro, cuyo nombre dio origen al conocidísimo instituto. Para los curiosos, acá el informe sobre el fraude de la isla Huemul.

¿Qué fue de la isla Huemul? Se abandonó todo y quedó destrozándose con el paso del tiempo.

¿Qué fue de la vida de Richter? Pues el otrora laureado con la medalla peronista pasó por el calabozo del Congreso de la Nación (yo no sabía que tenía uno). Sin embargo, luego hizo su vida en las afueras de Buenos Aires. Murió en 1991 a los 82 años.

«El día que le hicieron el cuento del tío a Perón». «El día que Perón delegó la presidencia en un científico extranjero». «El día que Argentina dijo encontrar la fusión nuclear». Elijan el nombre que quieran.

Si les interesó el tema, El secreto atómico de Huemul de Mario A. J. Mariscotti, que llegó a mis manos gracias a mi padre, ingeniero, es la fuente de todo esto. Infobae sacó varias notas al respecto, como esta, esta y esta.

Sí, esto fue un hilo el 20/11/22.

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