¿Cómo perder un recurso?

Esta entrada es autorreferencialidad pura pues intenta condensar una charla y dos artículos consecuencia de esa charla, sobre un tema en el que la literatura jurídica de excelencia es sumamente escasa: ¿cómo se pierde un recurso?

Por supuesto, nadie nunca pretende enseñar eso, porque, como lo tiene clarísimo el personaje de Keanu Reeves en esta escena de “El abogado del diablo”, los abogados no perdemos, ganamos y para eso nos pagan.

Lamentablemente la derrota y el fracaso es algo con lo que todos en todas partes, todo el tiempo, tenemos que aprender a lidiar y el ejercicio de la abogacía litigiosa no es la excepción. Así que acá van, comprimidas, diez formas de perder un recurso (o una impugnación).

1. El fin: use el recurso para algo que no está previsto. Por ejemplo, usar la queja para ponerse a discutir hasta por las ramas el fondo del asunto y olvidarse lo que realmente importa, que es por qué está mal declarado inadmisible su recurso y deben abrírselo.

2. El tiempo: por defecto o por exceso hay opciones para que su recurso sea rechazado. Así, cuando se le ocurren mejores fundamentos inmediatamente después de la audiencia. O cuando deja para el cargo extraordinario la tarea de hacerlo, a lo alumno de la procrastinación/postergación.

3. Las formas: si quiere que le rechacen el recurso, ignórelas olímpicamente, junto a todos los formalismos, porque del otro lado aman rechazar recursos como sádicos que disfrutan el dolor ajeno. En especial, si no contó los renglones/páginas de su recurso extraordinario o casación.

4. La escritura: diseñe el recurso para que sea molesto leerlo, use MAYÚSCULAS, saque estructura (títulos y subtítulos), meta siglas y citas por doquier, mezcle todo (recurso “escopetazo” como dice Binder), no se haga cargo de nada y obvio, no lo revise antes de presentarlo.

5. La extensión: como para la Argentina de Sarmiento, este es un mal que hiere a los recursos y si lo quiere aprovechar, saque al novelista que lleva dentro y láncese a escribir. Acompañe todo con grandes transcripciones de doctrina y jurisprudencia (enfurecen a quien lee, posta).

6. La distracción: puede pelear con el abogado contrario, pero si no se engancha, puede atacar al juez y si este tampoco engrana, siempre tendrá a mano discutir con el ideal, evitando el caso concreto, hablando de lo q debería hacer el Congreso, lo q debería decir la ley, etc.

7. La audiencia: puede no preparar la presentación oral, leer el recurso, aburrir con cuestiones secundarias, evitar ir al punto, pretender tirar todos los puntos de agravio, ser formales de más o absolutamente informales y obvio, no saberse la jurisprudencia que se cita.

8. Los jueces: ah, los grandes protagonistas a los que puede ponerse en su contra si pelea en vivo y en directo en la audiencia, evita intencionadamente contestar sus preguntas o, como corolario, no tiene a mano la información que le piden y lo dice. Furia y rechazo asegurados.

9. La confianza: créase sin lugar a dudas que tiene el caso perfecto, pues eso lo llevará a enamorarse, exagerar sus virtudes y, obvio, no anticipará los puntos flojos (¿para qué si es perfecto?). Los jueces o sus contrincantes lo desnudarán en la audiencia, posta.

10. El último recurso: apele a la tribuna, la pasión y la emoción, sí, intentará tocar la fibra emocional de los jueces (le anticipo, no la tienen). Lo mirarán con compasión, pero sabiendo que sabemos y sabemos que ellos saben, que sale rechazo seguro.

Si les interesó les dejo la charla, la versión generalista en artículo y la versión más penalista para los amigos de Pensamiento Penal, acá.

La inspiración (¿burda copia?) para esto fue el artículo de Florencia Ratti Mendaña y María Milagro Flores que habla de “somníferos en papel” con cita a este artículo de Alex Kozinski.

Sí, esto fue un hilo el 08/10/23.