Ni paz ni justicia

¿Cuál es el “fuero” más distribuido a lo largo y a lo ancho de la provincia y a la vez el brazo ejecutor de lo que deciden los otros fueros? Con ustedes, la justicia de paz tucumana.

Érase una vez una Justicia de Paz Lega (Ley 4815) que quiso transformarse en Justicia de Paz Letrada (Ley 7365). Como la cosa no caminaba, se dispuso la implementación progresiva y se dejó en manos de la Corte Suprema de Justicia de Tucumán la cuestión (Ley 8833).

Obviamente, para ser juez de paz lego no se requieren los mismos requisitos que para ser letrado. Para el primero solo hacen falta tener 25 años e “idoneidad” (¡vaya uno a saber qué es eso!) mientras que, para el segundo, a eso debemos agregar el título de abogado con 5 años de ejercicio y la residencia en el lugar de designación (artículo 77 de la Ley 6238).

Estos jueces no pasan por el filtro del Consejo Asesor de la Magistratura, puesto que quien hace esa función es la mismísima Corte Suprema de Justicia de Tucumán. En efecto, de acuerdo a la Constitución de Tucumán (artículo 114) y a la Ley 6238 (artículo 79) es ese órgano quien debe prestar el acuerdo a los nombramientos que haga el Poder Ejecutivo local. Es decir que mientras para el resto de los jueces, fiscales y defensores es necesario el acuerdo de un Poder Legislativo integrado por 49 legisladores, para la justicia de paz basta la voluntad de 3 de 5 cortesanos.

No puedo sino especular sobre las razones por las cuales el constituyente dejó a un lado a los jueces de paz del mecanismo de concurso y de acuerdo legislativo. ¿Será porque se consideró siempre una justicia de menor cuantía e importancia? Puede ser. Sin embargo, en la actualidad se tiende a realzar la justicia de paz como aquella justicia de cercanía, en aras de garantizar el acceso a la justicia y la descentralización de esta.

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Tal vez en línea con esa corriente de “acercar la justicia a la gente”, la corte local empezó la implementación de la Justicia de Paz Letrada con los Juzgados de Paz de La Cocha, Atahona, Acheral, Quilmes, Colombres, Delfín Gallo, Las Cejas, Los
Ralos y Trancas a partir del 01/08/15 (Acordada 564/15).

Luego, por Acordada 1315/17 dispuso la implementación a partir del 04/12/17 en los Juzgados de Paz de Trancas, Quilmes, Delfin Gallo, La Cocha y Colombres.

Ya en 2018 transformó en letrado el Juzgado de Paz de El Timbó (Acordada 837/18) y en 2019 se sumaron los juzgados de Aguilares (Acordada 919/19), Acheral (Acordada 1118/19) y Bella Vista (Acordada 1119/19). Estas dos últimas transformaciones se hicieron a pesar de la enérgica disidencia del vocal decano Estofán, quien indicó que carecían de las oficinas mínimas necesarias, además de que “el estado actual de los sanitarios, por ejemplo, es lamentable y prácticamente no se pueden utilizar, tienen problemas de filtraciones en los techos, etc.” y señaló que resultaba imposible su funcionamiento como Juzgados de Paz Letrados. Es más, dijo que su transformación “no sería cumplir con la manda de la Ley Nº 8.833” (Acordada 1349/19).

Debieron pasar un par de años, pandemia mediante, para que recién el año pasado la corte extendiera la calidad de letrada a otras unidades jurisdiccionales. Así, se sumaron los Juzgados de Paz de Yerba Buena, de El Mollar, de Famaillá, de La Madrid y de Santa Rosa de Leales (Acordada 1496/22) en una decisión cortesana que tuvo amplia difusión, juramento incluido.

Los últimos Juzgados de Paz en sumarse a la ola letrada fueron, en agosto de este año, los correspondientes a las localidades de Alderetes (Acordada 400/23) y Lules (Acordada 901/23).

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Pero la corte local no se quedó en implementar la Justicia de Paz Letrada. El proceso de expansión fue acompañado de varias decisiones que tuvieron como miras la jerarquización de la Justicia de Paz. Esto puede haber empezado con la decisión de eliminar la vieja denominación de “Inspección de Juzgados de Paz” para pasar a llamarla “Superintendencia de Juzgados de Paz” y su ubicación dependiente de la misma corte vía la Secretaría de Superintendencia (Acordada 99/19).

En el medio de la pandemia, donde, por cuestiones sanitarias se llegó a contar con solo 23 jueces para cubrir 71 juzgados, la corte creó el adicional por reemplazo, a fin de retribuir la tarea que muchos magistrados estaban llevando en tan adversas condiciones (Acordada 953/20).

Finalizada la pandemia, los juzgados vieron ampliada su competencia pues la corte decidió que entendiesen en aquellas causas cuyos montos que no superasen los tres salarios mínimos, vitales y móviles, decisión fundamental en el medio de una economía que convive con una alta inflación hace años (Acordada 350/22).

Como contrapartida, a fines del año pasado la corte tomó una decisión que implicó una mejora en el salario de los jueces de paz, pues los equiparó a la categoría 7.01 de Secretarios de Corte (Acordada 1579/22). Sin duda que eso fue un reconocimiento a su labor.

Ya este año la corte inició el Plan de Capacitación Integral para magistrados, funcionarios y empleados de la Justicia de Paz. Con anterioridad había dispuesto implementar el Sistema de Administración de Expedientes (SAE) en toda la Justicia de Paz y también comenzó con las capacitaciones correspondientes.

Otro aspecto en el cual se está mejorando es en la infraestructura de los juzgados de paz, pues muchos ellos se encontraban en situaciones realmente espantosas. Por ese motivo se iniciaron muchas obras a fin de remodelar distintos juzgados, como Lules, Gobernador Garmendia, Gobernador Piedrabuena, La Ramada, El Timbó, Atahona, Taco Ralo y Quilmes. Es más, en Monteagudo, donde tengo el gusto de trabajar, también se encuentran en plena remodelación de su juzgado de paz.

Con la pandemia y la digitalización muchísimas audiencias se hacen en forma remota, sin que las personas del interior tengan que acudir a los centros judiciales. Ello implica no solo un ahorro de tiempo y de dinero, sino también el desafío de generar las condiciones para que los ciudadanos puedan conectarse en óptimas condiciones desde lugares remotos. Las salas de audiencias multifueros que se fueron inaugurando en distintos juzgados de paz son claves para que el acceso a la justicia no se quede en vanas promesas.

Hace poco, la corte amplió las competencias materiales de varios juzgados de paz y, haciéndose cargo del flagelo de la violencia de género e intrafamiliar, creó la función de “Referente territorial en violencia de género e intrafamiliar” en todos los Juzgados de Paz Letrados y en algunos legos, con una nueva área de coordinación (Acordada 952/23).

Finalmente, quizás como corolario de todo este proceso, hace poco más de un mes, la corte tucumana remitió a la Legislatura un ambicioso proyecto de ley que busca conformar un “Mapa Jurisdiccional de la Justicia de Paz de Tucumán” con límites jurisdiccionales mucho más claros, al menos cartográficamente hablando. Eso sí, eliminó el Juzgado de Paz de Domingo Millán e incorporó uno nuevo, el de Los Nogales (Acordada 1052/23).

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Todo esto se da de bruces con un hecho inocultable: de acuerdo a los datos oficiales en la web, solo tiene 41 jueces para cubrir 69 juzgados, sin contar los 2 juzgados que no tienen asiento físico, Domingo Millán y Alto de Anfama. Hace más de cinco años esta terrible situación había sido destacada por la prensa cuando por aquel entonces solo había 23 vacantes. Hoy hay 30.

¿Y entonces? ¿Se hizo algo? Por supuesto, aparentemente, desde la corte se pidieron designaciones al Poder Ejecutivo, pero aquí no se cumplió con la frase bíblica “pidan y se les dará” pues no se registraron en estos cinco años designaciones de jueces de paz, ni legos ni letrados.

Es un lugar común decir que “lo que importa son las personas” pero no puede obviarse en este caso. Por más capacitaciones y sistemas que se pongan, por más dinero que se invierta en refacciones o construcciones de edificios, lo fundamental para que la Justicia de Paz, lega o letrada (¡qué más da a esta altura!), como siempre, es que haya jueces.

“Pidan y se les dará” dijo el señor. Quizás, en los próximos años, la frase bíblica se haga carne, quién sabe. Mientras tanto, la Justicia de Paz continuará andando a pedales y con mucho esfuerzo, aunque algunos crean que, así, no pueda dar ni paz ni justicia.

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