Abogados e IA

Este año Elon Musk dijo que la IA está superando a los médicos y a los abogados. No me pareció tan loco, pues algo había leído en su momento. Sobre todo, con Watson, que no era IA sino era la computadora, la mega computadora de IBM que había empezado siendo Deep Blue, que era en su momento la contrincante de Garry Kasparov, que terminó perdiendo en esa famosa partida de ajedrez. Mucho cambió, por supuesto…

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La computación y la tecnología avanzaron tanto que Deep Blue puede encontrarse en cualquier aplicación para jugar al ajedrez en nuestros celulares. O sea, ya en su momento IBM estaba entrenando a Watson con cuestiones médicas donde superaba a los galenos. Y luego lo hicieron con precedentes y se dieron con que superaba a los abogados. Hoy, la IA cambió todo en un mundo en constante cambio (lugar común).

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¿Sería necio? Sí, sería pecar de necio, de orgulloso, de creerse imprescindible, insuperable, decir que la IA no va a superar a los abogados. Sin embargo, me animo a pensar que no va a superar a los abogados en determinadas tareas. O sea, un abogado, al igual que un médico, no puede leer la cantidad de información que se produce: cantidad de jurisprudencia, cantidad de normas, cantidad de artículos de doctrina, o cantidad de horas de video, de conferencias, horas de video de audiencias, etc. al nivel que lo hace la IA. Es algo lógico, es como el matemático que no puede competir con la calculadora. Algo así les pasó a las protagonistas de esa maravillosa película con Kevin Costner, Hidden Figures (2016): el equipo de matemáticas que ayudó a que el Apolo llegue a la Luna. Con el tiempo las computadoras las superaron.

En todo ámbito las cosas se van superando. La electricidad eliminó a todos los vendedores de velas. Las industrias se modifican. En la misma abogacía la máquina de escribir fue superada por la computadora. Primero se escribía a mano, después a máquina de escribir, después a computadora, después le pudimos dictar a la computadora (es más, esta entrada se basa en un audio grabado con un celular y transcripto con una aplicación de inteligencia artificial). Como sea, así como las matemáticas de la película se formaron en computación para no transformarse en prescindibles y adaptarse, médicos y abogados tendrán que seguir su ejemplo.

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Obviamente, en primer lugar, deberíamos renunciar a competir en muchísimas tareas repetitivas. Seamos sinceros, nunca podremos superar a la IA en tareas repetitivas. Además, deberíamos recordar que no nos gustan. ¿O sí? Tal vez a muchos sí nos gustan, porque encontramos seguridad y confort en lo conocido. Como al personaje de Guillermo Francella en la película El misterio de la felicidad (2014), que ama la rutina diaria que tiene con su socio en su pequeña empresa. Seamos o no Francella en esa película, seguro descubriremos una lista larga de tareas repetitivas que no nos gustan. Y no deberíamos enojarnos porque la IA nos supere en esa área. El tema es que se abre un nuevo mundo.

En este nuevo mundo tendríamos que ponernos a pensar, así como hace Leo Piccioli en ese lindo dibujo que donde antes era leer, analizar, redactar, revisar y corregir… Pues nada, ahora todo lo puede hacer la IA y nosotros solo deberíamos adaptarnos: revisar y corregir. Si bien estoy consciente del desafío y de la IA, muchas veces me gana la vagancia, la pereza de ponerse en el tema, a estudiar, a practicar, a meter prompts, a mejorar prompts, etc.

En lo personal prefiero mejorar modelos míos del día a día y me cuesta pasar del corto plazo al largo plazo. Y esto exige trabajar en el largo plazo, que muchas veces no lo hacemos porque no tenemos tiempo o quedamos atrapados en la urgencia del corto plazo: el vencimiento de la semana que viene, la audiencia, en fin, la urgencia ganando a la importancia.

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Pero, entonces, ¿qué alternativas o qué tareas podremos o estaremos destinados a realizar sin que intervenga la IA? Es una buena pregunta porque uno supondría que hacia ahí deberíamos enfocar los cañones. ChatGPT contestó al respecto y la escritura manual junto a la atención al cliente se encuentran en la lista. ¿Y específicamente en nuestra área? ¿Analizar y revisar jurisprudencia? La verdad que si eso desapareciese no me sacaría el sueño. O sea, me encantaría decirle a mi Jarvis, “fíjate cuál es el criterio en daño moral en un accidente de tránsito de tales características de la Corte Suprema de Justicia de Tucumán y dame los casos con el análisis”. En ese aspecto, hacer eso no me interesa y me parece que, salvo algún conflicto sobre los derechos intelectuales de las editoriales jurídicas como el que enfrentó Ross, no va a tener problemas en avanzar en ese sentido. Por ende, me gusta que me ahorre trabajo. Por supuesto, sin perjuicio de que yo pueda darme el gusto de leer el fallo y sacar mis propias conclusiones.

Sí, una cosa son las tareas en las que la IA nos ahorra tiempo y trabajo y cómo nos gusta que nos ahorre eso. Y otra cosa es nuestro disfrute. Por ejemplo, yo sé que a la IA le puedo decir, “che, en base a tal modelo de demanda, armámela con estos parámetros o mejoráme en tal sentido”. El tema es que pasa muchas veces que a mí me gusta hacer eso también. Entonces, si no tengo tiempo, le puedo dar a la IA. Ahora, si tengo el tiempo, me puedo permitir yo hacerlo, pero como disfrute. No con la carga o pesadez de “uy, tengo que hacer esto”.

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Ahora, lo que yo veo hasta ahora es que hay un gran campo en donde la IA todavía no entra. Quizás esté reservada para la robótica, ¿no? Y vamos a los fines prácticos. Hay toda una corriente que dice que la IA explotó en la parte de trabajos intelectuales de conocimiento o de creatividad que uno creía que no iba a ser sustituido rápidamente, pero no, en eso está descollando. Sin embargo, obviamente hay cosas en las cuales no las puede hacer por las limitaciones físicas. Me acuerdo de esta maravillosa publicidad donde dice “Hey ChatGPT, finish this building”. Obvio que la IA no puede reemplazar el trabajo físico de los albañiles construyendo el edificio. Hoy podrá ayudar en el diseño al arquitecto, pero construirla, poner ladrillo sobre ladrillo, armar la masa, no, no puede hacerlo. No puede hoy en día. Una IA indicándole a robots haciendo, sí, es posible, pero todavía creo que estamos lejos de eso. Entonces, así como el albañil todavía no puede ser reemplazado en esa tarea, yo creo que en lo que hace a la litigación, en los sistemas orales, hay todo un campo que los abogados todavía pueden explotar.

Hoy en día, en las audiencias, la presencia de los abogados, tanto físicas como virtuales, es imprescindible para el cliente. La IA nos podrá dar pautas, tips, estrategias de cómo encarar la audiencia, de cómo encarar el examen, cómo encarar el contraexamen. Podrá ayudarnos en hacer la planificación del caso, a pulir la teoría del caso, a mostrar los puntos débiles y fuertes, pero hasta ahí nomás.

Hagamos una comparación: cuando los actores suben al teatro, al escenario, están solos. Lo mismo nos pasa a los abogados: vamos a estar solos en la audiencia. Podremos tener la compañía, el acompañamiento de la IA, pero la IA no va a litigar por nosotros. Eso es clave, al menos por ahora. Entonces quizás, en la cuestión de la oralidad, habrá un punto.

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Y todo esto se vincula con cómo educamos o cómo nos educamos, no solamente los abogados, sino los que estudian abogacía. Eso lo expuso muy bien un colega junto a una lingüista en su columna: ¿es que nos estamos formando para un mundo que ya no existe? (La Gaceta, 09/02/25).

La preocupación es genuina, pero me atrevo a decir que atraviesa todos los campos. Porque no solamente la pregunta es cómo se están formando los abogados de este mundo (o si le estamos dando pelota a los datos), sino cómo se forman los médicos, cómo se forman todos los profesionales. Y obviamente sí, esto también atraviesa a la escuela primaria, a la escuela secundaria, a los docentes, a la educación en general.

¿Valdrá la pena estudiar normas, jurisprudencia, etcétera? Siempre se dice, no, en realidad lo que deberíamos hacer es estudiar habilidades, o aprender a aprender. Sí, bueno, falta mucho sobre eso. O aprender a preguntar, y aprender a hacer prompts.

Sí, todo eso no se está haciendo. Es todo un campo que se puede desarrollar. ¿Hacia dónde nos llevará esto? Y bueno, es difícil decirlo.

Yo ya dije que me encantaría tener un Jarvis. Intento, no tengo muchas ganas de entrenar a un Jarvis, pero sé que es importante tener un Jarvis. Yo creo que va hacia eso. Porque yo sé que voy a ser un mejor abogado con un Jarvis que sin un Jarvis. Y más en un contexto de una sociedad más litigante, gracias a la inteligencia artificial, la digitalización de los expedientes y la disminución de los costos, como nos cuenta Ezequiel Nino en JUSTA.

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Ya veremos realmente si vale la pena, o si dentro de poco tiempo estaremos diciendo: “¡No! ¡Los robots nos han sacado nuestro trabajo!”. ¿Qué vamos a hacer? Bueno, no sé, aprender a programar robots, aprender a hacer prompts para robots o vivir de una renta básica universal como piensa Elon Musk. No lo sé, quizás practicar con robots la litigación en vez de con personas, o practicar con agentes de IA virtuales. Eso también sería una posibilidad. E inclusive también sería una posibilidad para que litiguen. Es decir, los abogados ya no litigando ellos, sino programando a los agentes de IA que litiguen, parecido a lo que hacía el personaje de Hugh Jackman en Real Steel (2011) con su robot boxeador. ¿Es medio loco?

¿Y si pensamos que incluso no serían necesarios los jueces? Todo reemplazado por la justicia artificial.

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Por supuesto, no quiero que cunda el pánico o que panda el cúnico, como decía el Chapulín Colorado. Bajemos un cambio. Deep Blue no mató al ajedrez: los torneos de ajedrez se siguen haciendo. No sé si la IA matará el derecho, yo creo que no. Por lo menos no en el corto plazo. ¿En el mientras tanto qué hacemos? Estudiar, prepararse, trabajar, analizar, etc. Sería irse a los lugares comunes. Por eso cierro con una frase de un colega, que me parece que dio en la tecla para no terminar comprando o vendiendo humo: “La IA hay que usarla, como a un kit de destornilladores. No hay que hablar de ella”.

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