El machismo al rescate

¿Puede el machismo salvar a una acusada de asesinato? ¿Pueden todos los prejuicios de una sociedad en contra de la mujer salvarla de la pena de muerte? De eso trató el caso “Caillaux” de 1914, cuya existencia ignoraba…

Henriette Raynouard se engancha con el político francés Joseph Caillaux. Ella, 17 pirulos. Él, 34 primaveras. El detalle: el muchacho estaba casado. Cosas que pasan.

Pero ya 10 años después Caillaux pone los papeles en orden a sus sentimientos: se divorcia de su primera esposa y se casa con Henriette. Hasta ahí, todo bien.

Joseph llega a ser ministro de finanzas del gobierno francés. La fortuna le sonreía a la pareja de tortolitos, hasta que el cuarto poder/el maligno periodismo (elija usted) metió la cola…

Gastón Calmette, editor del periódico Le Figaro, comparte información clave para la ciudadanía/lanza un ataque periodístico sobre el ministro (de nuevo, elija usted), salvo de la futura guerra mundial le tiró con todo: interceder ante jueces por un estafador, recibir guita para sus campañas electorales e intrigar con el Senado para tirar abajo un proyecto sobre el impuesto a la renta cuando en público lo defendía.

Y ahí pasó lo impensado. Henriette Caillaux no pudo resistir semejantes difamaciones sobre el amor de su vida. ¿Qué hizo? Lo que haría cualquier mujer perdidamente enamorada de su esposo: visitar la sede de Le Figaro, pedir hablar con Gastón Calmette, reclamarle por lo que hizo y luego llenarle el pecho de plomo con 6 tiros para, finalmente, huir raudamente del lugar. Sí, Calmette pasó a mejor vida.

Henriette Caillaux debía enfrentar ahora un proceso de asesinato. Y si era condenada, enfrentaba la pena de muerte. Encima, ella había reconocido el delito. Estaba, como se dice hoy, “en el horno”.

Y acá entra un abogado por supuesto (siempre hay un abogado en las grandes historias), Fernand Labori. No podía negar el hecho. Las pruebas eran muchísimas. ¿Qué defensa podía ofrecer a su clienta?

¡Crimen pasional! Su clienta, mujer, había actuado bajo el famoso “impulso femenino irracional”, descontrolada, sin frenos inhibitorios. Así, de ninguna manera planificó el crimen y menos aún comprendió la gravedad de sus actos.

Claramente Labori apostó a los prejuicios de la época, al machismo, que consideraba a la mujer “emocionalmente más débil que un hombre”, a que eran “más inclinadas a cometer actos irracionales” y a que tenían una “débil razón”.

Por supuesto, todas pamplinas, estereotipos y prejuicios. Sin embargo, era la realidad con la que le tocaba trabajar a Labori y la aprovechó con éxito. Henriette Caillaux fue absuelta, días antes del estallido de la Primera Guerra Mundial.

Para los curiosos: Henriette Caillaux murió en 1943 y seguía casada con Joseph. Él la sobreviviría a su amada poco más de un año. Le Fígaro sigue hasta hoy.

Sí, esto fue un hilo el 28/09/25.

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