El modo “cine” se sigue extendiendo con este peliculón del enorme Clint Eastwood que ya va por las 94 velitas (sí, un grande). Obviamente, como juradista, la recomiendo con creces.

Clint Eastwood siempre me gustó como director y eso que no vi muchas de sus películas. Sí vi la de “los héroes comunes” como se dice por ahí: Richard Jewell (2019), The 15:17 to Paris (2018), Sully (2016) y American sniper (2014). La filmografía de Eastwood es extensísima y me veo descubriendo que Changeling (2008) o Invictus (2009) pertenecen a su universo. El dúo Flags of our fathers (2006) y Letters from Iwo Jima (2006) también me encantó. Inexplicablemente Million dollar baby (2004) me pareció deprimente. En fin, cuando me enteré que la última película de Eastwood era un drama judicial de jurados, supe que tenía que verla y arrastré a mi esposa a que me acompañe en la aventura. No nos decepcionamos.
Aclaro, no soy experto en cine así que cualquier cosa, si no se quieren decepcionar, pueden leer esta nota en Infobae de Hinde Pomeraniec, esta otra en La Nación de Marcelo Stiletano o cualquiera de las tres que le dedicó Página 12 bajo las plumas de Luciano Monteagudo, Diego Brodersen y Leandro Arteaga. Yo ya ni sé cuál de todas me movió a ver como sea la película.
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¿De qué va la película? La historia es notoriamente sencilla: un caso de homicidio en la que el acusado tiene picados todos los boletos para irse a la cárcel. Como pareja de Kendall Carter, la mujer asesinada y arrojada al lado de un puente, James Syth es el sospechoso perfecto. Si a eso le agregamos sus malos antecedentes y que antes de la muerte en un bar todo el mundo vio como discutieron, con rotura de botella incluida, escándalo y demás… parece un caso fácil.
Pero no solo fácil, es un caso en el que la ambiciosa fiscal, interpretada por la gran Toni Collette busca desplegar su habilidad para usarlo de trampolín en su carrera ¿judicial? ¿política?
Y he aquí donde ingresa el famoso jurado que da nombre a la película, Justin Kemp (en la piel del actor Nicholas Hault). Un tipo común. Un escritor y periodista que con su pareja está esperando ser padre. Por supuesto, tiene sus propios demonios, como todo el mundo: lucha contra su alcoholismo. En esa lucha tiene a su lado al bueno de Kiefer Sutherland que interpreta al abogado que lidera su grupo de Alcohólicos Anónimos.
¿Y? ¿Es solo otra película de juicio? Sí y no. ¿Es solo otra película de jurados? Sí y no. Es más que eso. El conflicto se desata cuando Kemp, al iniciar el juicio contra Sythe, se da cuenta que estuvo en la escena del hecho y que él mismo podría estar involucrado de una manera directa con el homicidio de Carter, ocurrido hace un año atrás.
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En lo que ya es un clásico, tiremos algunas razones por las cuales los abogados deberían ver esta película y, por qué no, disfrutarla (sí, hay spoilers y grandes escenas):
1. La importancia de los hechos y la prueba en el litigio. El caso es, como dije en un principio, aparentemente sencillo. Sin embargo, como se ve en las escenas del juicio, los hechos y la prueba son el corazón del litigio. Cuando uno ve las escenas, se dará cuenta que el caso de la fiscal no es tan sólido como parecía, a pesar de que la coartada del acusado es débil (“me fui del lugar, la dejé caminar bajo la lluvia, me volví a mi casa, no la perseguí”).
2. Lo clave que es la audiencia de selección del jurado. Ambas partes ¿fallaron? en detectar a Justin Kemp, que estuvo esa noche en el bar. Pero no solo eso, tampoco detectaron al viejo florista jubilado de la Policía luego de una vida siendo detective, personaje en manos del gran J. K. Simmons.
3. Un testigo puede decir cualquier cosa y no necesariamente estará mintiendo. La escena en la que el viejo vecino olvidado del resto del mundo es confrontado en su humilde casa por la fiscal a la que le asaltan las dudas es un gran ejemplo de ello.
4. El contraexamen es fundamental para atacar la credibilidad del testigo. Si mal no recuerdo, el defensor de oficio no hace un buen papel en ese aspecto. Y se nota.
5. El peligro de la rutina en la profesión. Esto se nota, se respira, a lo largo de los diálogos animados que tienen la fiscal y el defensor de oficio. Cada uno, con miradas distintas, no ven más que otro caso de su atareada vida. Insólitamente, este no es un caso más, como ¿lo descubrirán?
6. La deliberación del jurado. A ver, no es Twelve Angry Men (1957), pero la película le hace un buen homenaje en las escenas que le dedica al tema. Observar cómo la discusión se ve cruzada de argumentos, pero al mismo tiempo por prejuicios, sirve para reforzar una vez más la importancia de la selección del jurado.
7. Ningún caso es tan fácil como parece. Lo sufre en carne propia la fiscal, a quien asaltan dudas sobre lo que está haciendo. Sobre todo, luego del incidente que protagoniza el jurado que empieza a investigar por su cuenta, el viejo florista/detective de J. K. Simmons.
8. Al fin y al cabo, todos somos seres humanos. Cruzados por prejuicios como los que tienen muchos jurados, por ambiciones como las que tiene la fiscal del caso, por aspiraciones a que nos noten, como el del testigo estrella, por conocimientos propios, como la jurado que estudia medicina y hasta por conveniencias, como las del jurado nº 2 y su esposa.
9. La verdad y la justicia, ¿van siempre de la mano? Ese es el tema de conversación en la escena maravillosa entre la fiscal del caso y el famoso jurado nº 2, cuando están sentados afuera del tribunal, cuando todo terminó. El diálogo es buenísimo.
10. Dilemas éticos en el ejercicio de la profesión. ¿O no es eso lo que tiene la fiscal? ¿Debe buscar la verdad a toda costa? ¿Incluso a costa de su propio puesto que tanto le costó? La escena final nos permite, creo, encontrar la respuesta.
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Creo que me quedé corto con las razones para ver la película. Si es juradista, véala. Si no lo es, también véala. Si le gusta el derecho penal, échele un vistazo. Si le gusta el litigio, no deje de verla. Si ama su profesión, véala también. Si está desencantado, igual véala. Y juro que así podría seguir. Sin embargo, ver la película que dirige un hombre que casi llega al siglo de edad basta y sobra como razón. Un grande Clint.