Se nos va la feria y termino este impasse cinéfilo con una película que prometía todo sobre un temazo. Sí, adivinaron bien: defrauda a más no poder. Hay spoilers.

¿Una película que mezcle inteligencia artificial con el sistema judicial? ¿Cómo no va a estar buena? Eso fue lo que pensé. Sobre todo, cuando vi el trailer de Justicia artificial (2024). Por supuesto, rompí mi prejuicio respecto del cine que no es norteamericano y vi la producción española-portuguesa. Me llevé una enorme decepción.
A ver, no esperaba que la película encare las controversias, las objeciones y las cuestiones difíciles de la aplicación de la inteligencia artificial en la justicia, pero, vamos, por lo menos que sea entretenida.
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¿De qué va la trama? Pues de que en España “la vieron” y se disponen a, plebiscito mediante, tirar a todos los jueces al demonio y darle todo el trabajo a una IA. Sin embargo, está plagada de clichés y de lugares comunes: la creadora del sistema, Alicia Kóvack, el estereotipo de genia redimida y que busca la perfección; la jueza Carmen Costa, la que todos quieren de su lado, porque encarna el modelo de lo que queremos ser; el socio que quiere cumplir la entrega del producto y “después vemos, después mejoramos lo que haya que mejorar” y así sucesivamente. Lo peor de todo es el final. Odio esos finales abiertos.
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Pero no solo los personajes son estereotipados. La película tiene todo lo típicamente previsible que se puede esperar de una película de este estilo, pero vamos, algo puedo rescatar, ponéle:
1. La lucha entre el avance tecnológico y la resistencia al cambio. Como los ludditas y la Revolución Industrial, como los caballos y el Ford T, como los vendedores de velas y Thomas Alva Edison.
2. Cómo la asociación que agrupa a los jueces intenta usar a Carmen Costa y luego la deja sola en su cruzada, pues llega a un conveniente arreglo con el gobierno.
3. La típica cama que le arman a la jueza Carmen Costa para perjudicarla y pegarla a lo peor de lo peor.
4. La escena en la que la jueza enfrenta al nuevo presidente de la compañía que administra la IA está buena, si es que no es lo mejorcito de la película.
5. El profesionalismo y el compromiso con el que la jueza Carmen Costa desarrolla su trabajo. ¿Se empañan en algo cuando cruza las líneas éticas/jurídicas para caer envuelta en la cama/trampa que le tienden?
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En definitiva, esta película, de acuerdo a mis expectativas, prometía mucho más. Quedó, a mi modo de ver, en una más de conspiraciones entre el maligno sector privado que quiere sacar provecho a como dé lugar y un Estado bobo e ineficiente que no tiene idea de en lo que se está metiendo. Todo con tal de subirse a la ola demagógica que está de moda para la cual van los votos. No mucho más que eso.
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Ahora, por más mala que me haya parecido la película, el tema es fascinante. Hace unos años el expediente digital nos parecía de ciencia ficción. ¿Audiencias virtuales? ¿Firma digital? ¿Notificaciones digitales? Todo fue un salto para el ejercicio de la abogacía. Para la justicia, anclada en el siglo XIX (sí, XIX, no XX) fue un shock. Ni hablar sobre las modificaciones organizacionales: colegios, oficinas de gestión asociada, oralidad, videograbación de audiencias, etc. Es un terremoto que todavía los operadores no han asimilado del todo. ¿Por qué no creer que en unos años esto de sustituir a los jueces por una IA vaya a volverse realidad? En fin, una película mala que no por eso puede dejar de ser profética.
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