Trial by Fire

Seguimos en feria, así que la entrada es sobre otra película judicial, pero basada en hechos reales. Eso sí, advierto que pueden haber spoilers

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Trial by Fire (2018) es una película que vi en Netflix, pero al momento que escribo esto, la busqué y ya no está, una lástima. Igual seguro que en la inmensidad de Internet debe estar dando vueltas por ahí.

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La diferencia con la película de la semana pasada es que esta está basada en hechos reales. Es más, basada en este artículo de David Grann de 2009 según Wikipedia.

Para los cinéfilos, la coprotagonista es Laura Dern, que siempre será la doctora Ellie Sattler de Jurassic Park (1993).

Si no quieren leerme a mí, la reseña de la película se cuenta seguro mejor en esta breve nota de 2019.

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Recuerdo que, al estar en feria, mezclo cine y derecho porque… no sé, porque estamos en feria y hay que salir un poco de los temas serios. Ponéle.

La película cuenta el caso de Cameron Todd Willingham, el típico White trash de Texas. Además de pobre y poco educado, envuelto en una relación al menos tóxica, problemática y violenta con la madre de sus hijas.

La película cuenta como Willingham es acusado por la muerte de sus tres hijas en un incendio que consume su casa mientras él dormía. La acusación fiscal es tenaz. Para la fiscalía, fue Willingham quien causó el incendio y mató a sus hijas, de alguna manera para vengarse de su pareja, Stacy.

Obviamente, tras una defensa muy deficiente, Willingham es condenado a muerte. A lo largo de la película se verán los esfuerzos de Elizabeth Gilbert (Laura Dern) por probar que su condena es errónea y conseguir un nuevo juicio.

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¿Por qué ver esta película? Se me ocurren varias razones.

1. Muestra el Estados Unidos sureño, con el gran estado de Texas en el centro de todo, pero pone el foco en algo que generalmente no vemos: la pobreza, la falta de educación y demás de los White trash. Acostumbrados a ver siempre a los latinos y afroamericanos en problemas con la ley, la película muestra algo a lo que no estamos acostumbrados.

2. Cuenta todo el proceso contra Willingham y desde un principio intenta poner en crisis la condena, pero no lo hace en forma tan clara, sino paso a paso. ¿Era un violento con su esposa? ¿La esposa era violenta con él? ¿Estaba afectado por no ser el proveedor de la casa? ¿Le disgustaba quedarse a cuidar a sus hijas? ¿Amaba o no a sus hijas? ¿Era un buen padre? ¿Por qué no ingresó a la casa en llamas a salvarla? Mil preguntas que se irán viendo poco a poco…

3. Muestra la gran falencia del sistema de defensa de los acusados pobres. El defensor de Willingham hace un papel deplorable en el juicio. Cuando es enfrentado por Gilbert, el pobre hombre, trabajando en su granja, solo atina a esbozar que con el poco presupuesto que recibió para la defensa, hizo lo que pudo. ¿Hizo lo que pudo? Cada uno podrá juzgarlo.

4. Queda claro que la prueba pericial sobre cómo se inició el fuego es el nudo de la cuestión. La fiscalía argumenta que fue hecho por el acusado y trae el testimonio de los bomberos. ¿Quién podría dudar de los bomberos? Sin embargo, a lo largo de la película eso se pondrá en crisis. ¿Cómo? Pues con la aparición de otro perito que avalará la teoría de la defensa: “no tengo nada que ver, fue un accidente tristísimo”.

5. Por supuesto, la pena de muerte. Siempre un tema polémico en Estados Unidos, donde defensores y detractores tienen una grieta más grande que la de nuestro país.

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Nuevamente, esta película, si bien en nuestro país no tenemos pena de muerte, puede servir para reflexionar sobre la importancia de la prueba pericial en los casos penales y sobre cómo litigarlos. ¿Qué tanto sabemos de los supuestos “expertos” que vienen a testificar en un proceso como si su palabra fuese santa? ¿Cómo podemos cuestionar esas palabras? ¿Qué estrategias podemos usar? ¿Tenemos práctica en esa área? ¿Qué tan “científicos” son los peritos? A diferencia de Estados Unidos, tenemos el triste consuelo que nadie recibirá la inyección letal por un peritaje mal hecho. Eso sí, deberá sortear los riesgos para la vida que constituyen nuestras prisiones calamitosas. Realmente, triste consuelo.

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