El “achanchamiento” judicial y el mayor desafío laboral

¿Cómo “achanchamiento”? ¿Qué hicieron los pobres chanchos para que los mezclemos con el mundillo judicial? ¿Y qué es eso de desafío laboral? ¿Acaso no hay que cumplir con nuestro trabajo y nada más?

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No es un secreto que soy hincha de Boca Juniors. Viví la mejor época, con Carlos Bianchi como director técnico, que nos llevó a ganar todo. Ya no sé por qué, pero mi mamá me regaló su biografía, Carlos Bianchi, el último Virrey de Miguel Ángel Rubio. Obvio, lo leí y lo que me quedó por aquel entonces fue un concepto que el pelado repetía una y otra vez: “hay que evitar el aburguesamiento”. Por aquel entonces la palabra hasta me parecía difícil y creo que no había captado en su real dimensión su significado. Sin embargo, con el paso de los años, cada vez me doy cuenta que tenía razón.

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¿Qué es el aburguesamiento? Cuando lo leí creía que era hacerse hamburguesa, ja. Cuando crecí lo entendí un poco más, pues en realidad era ir haciéndose burgués, adquiriendo cualidades o hábitos de la burguesía. Por supuesto, en pleno siglo XXI, hablar de “burguesía” como una clase, atrasa. Sin embargo, tiendo a pensar que el concepto todavía está ahí, en el aire y se comprende. Con el tiempo, uno se acostumbra a la comodidad, a la buena vida, a la rutina tranquila, al día a día sin imprevistos ni sobresaltos. Y en esos casos, es cuando poco a poco el estado de relajación nos gana, nos envuelve en sus brazos. ¿Le suena?

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Al aburguesarnos, nos refugiamos en nuestra zona de confort. Claramente ante esa situación, las posibilidades de innovar, mejorar, cambiar, revolucionar nuestro ámbito laboral mueren con la rutina y la comodidad que nos rodea. Por eso Bianchi siempre peleaba contra el aburguesamiento de los jugadores.

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Mucho tiempo después escuché alguien hablar del “achanchamiento judicial”. Explicaba que los jueces usan su estabilidad mientras dure su buena conducta (que algunos ven como nombramientos vitalicios) para “hacer la plancha”, aburguesare, achancharse. Y así, dejan de capacitarse pues ya llegaron al cargo, no necesitan seguir estudiando. Menos actualizarse. O peor, algunos se dedican a la vida académica, sacan un montón de licencias y descuidan el trabajo por el cual les pagamos el sueldo: resolver conflictos que los ciudadanos llevan a sus estrados.

La persona que desarrollaba el concepto proponía como antídoto regresar a la Constitución de 1907 y que los nombramientos judiciales tengan plazos para renovarse. Quizás eso fuese un incentivo para que los jueces rindan cuentas, se capaciten, se preparen, se dediquen a lo que se tienen que dedicar.

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No sé si volver al sistema de plazos en los nombramientos pueda evitar el achanchamiento judicial. Es como pensar que corrupción judicial se evita con buenas remuneraciones intangibles. Si bien es una herramienta, ayuda, tiene esa intención, etc. no hace falta ser muy perspicaz para darse cuenta que por más remuneración alta que se tenga, no disuadirá al corrupto de hacer una tropelía.

La desventaja de los nombramientos a plazo es, de acuerdo a la interpretación clásica, la afectación de la independencia judicial. Pero de nuevo, por más estabilidad mientras dure su buena conducta o con nombramiento a plazo, tiendo a pensar que las cosas son más complejas. Jueces serviles del poder siempre habrá, con nombramientos a plazo o “vitalicios”.

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¿Y entonces? ¿Es que no hay herramienta alguna contra el aburguesamiento? ¿Es que estamos condenados a ver como los jueces se achanchan en sus cargos? ¿Es que solo “escobita nueva barre bien” y por eso en los primeros años destacan, pero luego, en algún punto se hartan y su compromiso se cae a pique? ¿Es que no hay forma de salir de esto?

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Hace mucho tiempo, cuando se ingresaba a tribunales, la alternativa para no aburguesarse o achancharse era la posibilidad de hacer carrera. Así, el empleado podía ascender a funcionario, por ejemplo. Y la mayor aspiración era llegar a ser camarista. Con anterioridad muchos pasaban no solo por los juzgados de primera instancia, sino por las defensorías o fiscalías, que a lo lejos y con un sistema inquisitivo, siempre eran vistas como la puerta de entrada a la carrera con la cámara en la mira.

Hoy ya puede decirse que eso no es tan claro. Quizás porque las remuneraciones de camaristas se han extendido a todos los integrantes de los Colegios de Jueces, a los fiscales y a los defensores. El incentivo económico ha desaparecido para aquellos que desarrollan esas funciones. ¿Por qué querrían cambiar de trabajo si no cambiarán sus ingresos?

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Pero no todo es dinero. ¿O sí? Las aspiraciones de cambio pueden estar ancladas en otros motivos. Y eso puede motorizar el no aburguesarse o achancharse. El interés en cambiar de función, por ejemplo, sería un aliciente. Hay mucha gente que se cansa de desempeñar la misma función mucho tiempo y piensa que haría mejor otra. Ese desafío lo atrae y para eso debe salir de la zona de confort, estudiar, prepararse, formarse, etc.

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Pero el problema sigue ahí. No me importa que egoístamente los jueces se formen, se preparen y capaciten para desarrollar su próximo paso en su carrera individual. No. A los que litigamos, a los ciudadanos que llevan sus problemas, sus casos, en busca de soluciones, no les interesa que los jueces se estén preparando para su próximo salto personal. No. Ellos quieren, no, ellos necesitan que su nivel de compromiso, su foco, lo pongan en el día a día de su trabajo. Quieren que apliquen su inteligencia a una audiencia. Desean que se luzcan con una redacción clara y precisa en una sentencia entendible. Aspiran a que trabajen con dedicación y compromiso. Y por qué no, no les molestaría que hagan su trabajo con felicidad, cada día viendo de qué forma pueden hacerlo mejor.

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Hace poco me tocó realizar un cuestionario sobre mi entorno laboral. Una pregunta me shockeó, pues me planteó, de frente, pensar en cuál era mi mayor desafío laboral. Por supuesto, no soy juez, pero de alguna manera integro el sistema judicial. Tipeé, con convencimiento mi respuesta, porque realmente la considero así. Y no, no tengo la respuesta a cómo hacer para enfrentar ese desafío. Lo voy viendo. Eso sí, ayuda mucho, muchísimo, que me guste lo que hago. No sé si todos tienen la misma suerte.

¿Qué fue lo que tipeé? “Evitar el aburguesamiento y la comodidad hasta transformarme en un burócrata sin alma”.

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