Sí, hay otro que no es el decálogo de los mandamientos del abogado de Couture, archi conocido. Está en un viejo libro, El alma de la toga, de Ángel Ossorio.

Cuando un colega me recomendó El alma de la toga, de Ángel Ossorio, en un principio le dije que me parecía un libro viejo, por eso, a pesar de ubicarlo, no lo había comprado y leído. El colega insistió: “Leélo, es viejo, pero está buenísimo”. Efectivamente, lo compré, lo leí y me pareció buenísimo. Por supuesto, tiene ciertos anacronismos o conceptos duros, pero no dedicaré esta entrada a sus aspectos más “polémicos” sino a recordar su decálogo para los abogados. Y sí, con algún que otro comentario, por supuesto.
1. No pases por encima de un estado de tu conciencia
¿Conciencia? ¿Es que los abogados tenemos conciencia? Tal vez cada vez más afectados por la mala imagen de la profesión, esas preguntas no parecen descabelladas. Pero sí, los abogados tenemos conciencia y es un sabio consejo no pisotearla. Aunque se crea que hacer caso a la conciencia de uno esté pasado de moda.
2. No afectes una convicción que no tengas
¿Cómo afectaríamos una convicción que no tenemos? Uno supone que la situación es al revés: tengo una convicción fuerte y no la sigo. Y ahí la afecto. Pero luego me doy cuenta que la situación puede ser al revés. Cada vez que agarramos un caso en el cual no tenemos la convicción de que los hechos sucedieron de tal o cual manera, de que la defensa que planteamos no es lo suficientemente creíble ni para nosotros… y… estaríamos en la situación que nos plantea Ossorio. ¿Muy idealista? No, práctico el hombre: en litigación siempre se recomienda estar convencido íntimamente de nuestro caso.
3. No te rindas ante la popularidad ni adules a la tiranía
Maravilloso consejo para dar, pero difícil para poner en práctica. Las mieles de la popularidad pueden envolver a cualquiera antes de darse cuenta que quizás solo fueron sus quince minutos de fama. El tema de adular a la tiranía es más complejo, pues los miedos de cada uno son distintos. Igual, todavía está vigente, para los tiranos, el Let’s kill all the lawyers de Shakespeare.
4. Piensa siempre que tú eres para el cliente y no el cliente para ti
Me permito interpretar esto como lo que intento aplicar cada día: el interés del cliente es el que debe prevalecer, para eso trabajamos como actores de reparto. ¿Estamos conscientes de eso? A veces nos cuesta, me parece.
5. No procures nunca en los tribunales ser más que los magistrados, pero no consientas ser menos
Así como cualquier jugador de un deporte debe respetar a los árbitros, como abogados debemos respetar a los magistrados. Pero el respetarlos, como bien dice Ossorio no implica hacer genuflexiones cuando los cruzamos, llamarlos V.E., S.S., V.S. o cualquier otra arcaica expresión. Al fin y al cabo, los abogados están asimilados a sus colegas magistrados en lo que hace a la consideración y respeto (artículo 5 de la Ley 5233).
6. Ten fe en la razón, que es lo que, en general, prevalece
Esto parece demodé o incluso ingenuo, pero, aunque no se crea, en este mundo donde se descree de absolutamente todo y en el que la justicia tiene un altísimo índice de desconfianza, debe seguirse creyendo en la razón. Por experiencia puedo afirmar que la razón, en general, prevalece en los litigios, más allá de que siempre debe estar acompañada de otros requisitos que repasamos en otra oportunidad. Igual, la razón es la base, el puntapié inicial, el presupuesto indispensable para ganar un juicio, pues, como dice Ossorio, en general, prevalece. Y dice “en general” para que no lo acusen de ser ingenuo, je.
7. Pon la moral por encima de las leyes
Y sí, no hay otra. No todo lo legal es moral. ¿O no? La moral a la que debemos poner por encima de las leyes debe ser superior a estas. Caso contrario, no tendría sentido.
8. Aprecia como el mejor de los textos el sentido común
Coincido plenamente en esta revalorización del sentido común. Entre tantos textos embrollados y con una prosa barroca, el sentido común se destaca. Por eso hay que apreciarlo, además de que evidencia la lógica que muchas veces falta en razonamientos artificiosos, rebuscados y, por qué no, francamente absurdos. Ante la duda, agárrese al sentido común. Estoy seguro que le permitirá encontrar la solución al problema jurídico con el que se está enfrentando.
9. Procura la paz como el mayor de los triunfos
¿Pero que no somos como pequeños gladiadores los abogados? Sí, pero también somos guerreros de la luz. Me parece que nuestro amigo Ossorio destaca esta última función, pues reconoce la importancia de una sociedad pacífica. Tal vez tenga razón posiblemente.
10. Busca siempre la justicia por el camino de la sinceridad y sin otras armas que las de tu saber
Gran consejo. La sinceridad es lo contrario al doble discurso, al ataque a traición, al desconocimiento de la palabra empeñada y, obvio, a la mentira y al engaño. Todas prácticas deleznables para un abogado. El saber es la única arma indispensable en un abogado para buscar la justicia. Mal que le pese al lobby y demás.
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Releo el decálogo de Ossorio y no puedo dejar de apreciar su vigencia y actualidad. Espero ponerlo en práctica y mantenerlo. He ahí un desafío para el ejercicio de la abogacía. Sí, en la época de la inteligencia artificial y demás, lo clásico no pasa de moda. ¿O no?
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