¿Alguien puede imaginarse lo que era litigar en la URSS? Bueno, “litigar” es una forma de decir… Tal vez lo más parecido que pueda decirse es “intentar hacer valer nuestros derechos”. Veamos un caso de la literatura (y sí, es lindo leer algo que no sea derecho de vez en cuando).

¿Los hechos? Kira y Leo son una joven pareja que viven bajo el mismo techo, pero no se han casado (¡qué horror!). Ocupan dos habitaciones espaciosas en una vieja casona. Sin embargo, un día pasa lo peor: cae una muchacha a correrlos para que ocupen solo una.
Kira entra en crisis. Acude al burócrata de turno. ¿Con qué? Con la ley de su lado: “Camarada Upravdom, usted sabe que esto es contrario a la ley. El ciudadano Kovalensky y yo no estamos casados. Tenemos derecho a dos habitaciones separadas”.
El burócrata le da la razón, en un principio, merced a billetes de por medio y encara a la joven que quiere romper el nido de amor de los tortolitos. Y ahí pasa lo inesperado: ¡la mujer en cuestión saca su carnet de la Juventud Comunista del Konsomol!
El burócrata al toque se pone del lado de la joven: “¿Qué quiere usted, ciudadana? ¿Tiene usted dos habitaciones y una joven obrera tendría que quedarse en la calle? Ya pasó el tiempo de los privilegios burgueses, ciudadana. A la gente como usted le conviene vigilar lo que hace”.
Kira y Leo no se quedan quietos con la respuesta del burócrata. Tienen la ley de su lado. ¿La tienen? Como sea, llevan el caso ante el Tribunal del Pueblo. Los retratos de Lenin y Marx engalanaban la sala, a falta de crucifijos.
El aburrido juez, con un bostezo, fue a los bifes con Kira: ¿Así que es estudiante? Ah, no está empleada. ¿No está en ningún sindicato? Ajá…
El burócrata hizo gala de una magnífica interpretación al testificar: Kira y Leo no estaban casados, pero era lo mismo, tenían una sola cama, eran “marido y mujer” ante la ley. Encima eran morosos en el alquiler.
El resuelto juez volvió, con un diálogo magnífico, a poner la lupa sobre lo que verdad importaba en el caso: quiénes eran los litigantes. Y en base a eso, resuelve el caso con una justicia ejemplificadora:

Leo no puede con su genio y tira la pregunta obvia: “¿Esto es un tribunal de justicia o un teatro de opereta?”
La respuesta del implacable juez para cerrar el caso es maravillosa: “La llamada justicia imparcial es un prejuicio burgués. Este es un tribunal de justicia de clase. Esta es nuestra actitud oficial y la base de nuestra conducta. ¡El siguiente!”
Como siempre, dejo la fuente, que es el libro Los que vivimos de Ayn Rand (no me peguen por leer literatura ¿libertaria? ¿liberal?).
Sí, esto fue un hilo el 13/10/24.
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