Trasladar buenas prácticas suena lindo, pero a veces cuesta.

Recuerdo que una de las primeras cuestiones que me planteé en el trabajo era trasladar buenas prácticas que había aprendido de mi anterior ocupación. O sea, yo estaba de acuerdo en muchas cosas que se hacían y en otras, no tanto. Opté por copiar o llevarme las que entendía eran buenas y que en mi nuevo lugar de trabajo no se conocían.
Si no lo saben, en una defensoría oficial en lo civil y del trabajo, la mayor cantidad de casos son del fuero de familia: alimentos, divorcios, regímenes comunicacionales, protecciones de persona, etc. Por ende, cualquier mejora que se adopte en los procesos más populares, influye muchísimo en la efectividad, en el trabajo, en la sencillez, en el día a día.
Cuando llegué al Centro Judicial Concepción, tuve que armar mis modelos de demanda desde cero. Obvio, las armé como a mí me gustaban y como entendía que podían sernos útiles. Así, la demanda de alimentos tradicional tenía distintos supuestos que podían darse para el demandado: con trabajo registrado, con jubilación o pensión otorgada o sin trabajo y, por ende, vinculada su obligación alimentaria al Salario Mínimo, Vital y Móvil. Las hice con todo el entusiasmo del neófito. Según mi equipo, eso no se hacía en Concepción.
Fue un rotundo fracaso al principio. Todavía recuerdo cuando vino el secretario de la oficina y me dijo: “Me dice la secretaria del juzgado que hagamos las demandas más sencillas, que no se entienden”. Yo no lo podía creer, sobre todo porque me parecían claras. Mi primera reacción fue: “Bueno, decíle que me arme ella la demanda”.
Otros miembros del equipo me dijeron: “Che, no nos están sacando los alimentos provisionales como los estamos pidiendo”. En ese momento entendí que a veces lo urgente predomina sobre lo importante y dije: “Es una cautelar, no nos importa, estemos atento a la sentencia definitiva, ahí nos tienen que sacar como lo pedimos”. ¿Por qué tanta insistencia? Porque al abarcar todos los supuestos nos ahorrábamos ampliaciones de sentencias, notificaciones, decretos, etc. O al menos eso pensaba por aquel entonces.
De cualquier manera, entendí que romper con las prácticas lleva su tiempo. Los seres humanos (y en tribunales más) somos inerciales: vivimos haciendo lo que hacemos desde hace mucho tiempo, con lo que nos sentimos cómodos. Cuesta cambiar las prácticas. Más entre abogados y jueces. Los abogados tiramos los escritos con los planteos novedosos e interesantes, pero son los jueces los que le dan forma en sus resoluciones. Si fuese un partido de fútbol, nosotros tiramos el centro y vemos si los jueces hacen el gol. Por eso me alegré cuando uno de los juzgados sacó esta resolución de alimentos provisionales, como la habíamos pedido. Fue el primer gol.