No sea un Pato Lucas… pero tampoco un Bugs Bunny

¿En serio todos en el ampuloso y formal foro podemos aprender algo de los Looney Tunes que tanto ama mi hijo? Aunque no lo crea, de eso va esta entrada.

Ya conté por acá que mi hijo mayor está fascinado con los Looney Tunes. Por ende, volví a consumir dibujos animados retro a más no poder. Obvio, también se coló algo más nuevo como la película Space Jam: A New Legacy (2021) con LeBron James. Quizás por este fanatismo de mi hijo, me llamó la atención, a fines del año pasado, esta columna de Leonardo D’Esposito en Seúl, por la curiosa imagen del Pato Lucas con el por entonces presidente de nuestro país. Digresión: querido lector, no sea prejuicioso y no me juzgue por esa sola lectura, pues los domingos también leo Página 12, El Cohete a la Luna, Infobae, La Gaceta, El DiarioAr y La Política On Line.

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D’Esposito en su columna recuerda una creación suya sobre dos clases diferentes de personas, inspiradas en dos grandes protagonistas de los dibujos animados de la Warner Brothers: los Bugs Bunny y los Pato Lucas. ¿Cómo caracteriza a cada clase? Pues, en sus propias palabras: “Los primeros… son aquellos que tienen capacidades por encima de sus ambiciones. Podrían conquistar el mundo si se lo propusieran, pero prefieren la vida simple y reposada salvo que sea absolutamente necesario desplegar sus habilidades dormidas. En ese caso, lo harán también con alegría y con cierta ironía: mostrarán a los demás el dulce espectáculo de ridiculizar a los malos. Los Pato Lucas son todo lo contrario: sus ambiciones están muy por encima de sus capacidades. Por todos los medios intentarán alcanzar aquello que en realidad no sólo no están en condiciones de lograr sino que, probablemente, tampoco merezcan. Cuando intenten algo, quedarán al descubierto la incapacidad, la falta de talento y, por consiguiente, la torpeza y el patetismo de la ambición”.

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Dura la caracterización, pero la columna aclara que son pura comedia, desarrollo de Chuck Jones quien siempre se dedicó a crear personajes que son “alienados que creen poder más de lo que pueden y no aceptan sus propios límites porque –incluso alienados de sí mismos– no los ven”. ¿Ejemplos? Pues Pepe Le Pew (el zorrino enamorado de la gata) y Wile E. Coyote (el coyote obsesionado con atrapar al correcaminos). Jones, si bien no creó ni a Bugs Bunny ni al Pato Lucas, los terminó “redondeando”. En especial a este último, que, aunque no lo crea, no siempre fue un cobarde, un ser ruin o el típico personaje que busca sacar ventaja a como dé lugar. En algún momento (sí, hace muchísimo tiempo), tuvo el heroísmo de enfrentar a Hitler.

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¿Qué te fumaste para estar escribiendo una entrada que trata sobre Bugs Bunny, el Pato Lucas y su pretendida relación con el mundo de los abogados, los jueces y la majestad de la justicia? Sí, a esta altura se podría estar preguntando esto, en especial luego de ver esta docuserie de Netflix. Razones no le faltarían. Intentaré hacer la relación y salir indemne de las prejuiciosas presunciones sobre mis consumos. Juzgue el lector.

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Abogados, defensores, fiscales, funcionarios, empleados y jueces. En definitiva, todos los “operadores” (palabra espantosa pero no encuentro otra) relacionados con el quehacer de la justicia tenemos, cada uno, desde su lugar, responsabilidades, funciones y roles que cumplir. Suponga que pudiese elegir usted mismo a todos. Suponga que tuviese el poder de llenar los casilleros por su propia voluntad. Sin preguntarle a nadie. ¿Lo haría con Pato Lucas? ¿O con Bugs Bunny? ¿Por qué?

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Luego de leer la dura caracterización de ambas clases de personas, obviamente que uno se siente inclinado a responder que definitivamente no elegiría a ningún Pato Lucas. Y más si conoce el foro, donde, a ojo de buen cubero, seguro que hay unos cuantos o unas cuantas, si queremos ser inclusivos.

¿Quién en su sano juicio elegiría a cobardes, ruines y ventajistas? Pero suponga que los Pato Lucas pudiesen escapar a esa tríada que les hace de lastre en esta competencia con los Bugs Bunny. Suponga que se hacen valientes, dignos y escrupulosos. ¿Los elegiría? Todavía queda en su lastre la diferencia abismal entre sus capacidades y sus ambiciones. O sea, todavía serán incapaces o inoperantes, torpes y patéticos. Sí, en apariencia los Pato Lucas deben ser evitados como la peste en la selección judicial.

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¡Obvio que elegiría a los Bugs Bunny! ¿Qué pregunta es esa? Por supuesto, la tentación a llenar el foro con personas con la capacidad de conquistar el mundo pero que a la vez tienen ambiciones medidas es enorme. Deje de lado su elección por una vida simple y reposada, lo que es, sin duda, una elección personal. ¿Es que acaso uno no puede alegrarse de cómo estos seres ridiculizan a los malos del foro con alegría? Sé que no hay que gozar con la desgracia ajena, pero nada se ha dicho con disfrutar cuando la ley se cierne sobre los pillos que la evaden, la usan, la desprestigian, la deforman o la quiebran. ¿O no?

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Aunque no lo crea, un foro lleno de Bugs Bunny no sería, en mi humilde opinión, un foro óptimo. Aquellos que no despliegan sus dormidas capacidades sino solo cuando es estrictamente necesario son también aquellos que aman la política tribunalicia del laissez faire, laissez passer o la doctrina Lamolina del “siga siga”. ¿De qué sirve al foro un juez brillante como doctrinario pero que saca sentencias fuera de plazo? ¿A quién beneficia un secretario que trabaja a reglamento cuando sabe que podría dar vuelta toda la organización de la oficina? ¿Y aquellos que defienden con tan solo formalidades, teniendo un arsenal de armas procesales? ¿Queremos fiscales que funcionen como burócratas, pudiendo desplegar políticas de persecución criminal inteligente? ¿Son los abogados que se necesitan aquellos que hacen lo mínimo indispensable para ir al jugar al golf rápidamente (no tengo nada contra el golf, aclaro)? ¿Compensan todo esto con destellos esporádicos de su talento en algún que otro caso?

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No tengo las respuestas para las preguntas que formulo. Las preguntas nos hacen pensar (sí, esa actividad que cada vez hacemos menos, rodeados por lo urgente, envueltos en los likes de las redes sociales y aplastados por la situación circundante). Eso sí, por más aristotélico (y lugar común) que nos parezca, los operadores judiciales no deben ser ni Pato Lucas ni Bugs Bunny. Ni incapaces con ambiciones desmedidas ni talentosos desperdiciados. Uno esperaría que, en la medida de sus capacidades (y deberíamos tener un umbral mínimo que todos deban aprobar para desempeñarse), sean comprometidos con el maravilloso trabajo de hacer justicia. ¿Es mucho pedir?

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