El positivismo y la interpretación literal están pasados de moda: hoy todo es ponderación, principios y la mar en coche. Parecería ser que solo con eso se garantizan derechos. Aunque no lo crean, eso no siempre fue así, incluso para mujeres como Julieta Lanteri. De eso va la entrada…

Julieta Lanteri, antes de ser una calle del coqueto barrio de Puerto Madero y una interlocutora de Zamba, fue la sexta médica de nuestro país. Obvio, feminista y luchadora por los derechos de la mujer. Para la época, “la Lanteri”, una tana quilombera.
A principios de siglo, hizo el trámite de su nacionalización. Tenía el patrocinio de otra histórica, la abogada María Angélica Barreda. Insólitamente, encontró un juez federal que aplicó el magnífico artículo 19 de la Constitución Nacional y le concedió lo pedido.
Luego de vericuetos y chicanas que concluyeron con la venia de su por entonces esposo, Alberto Renshaw, la Cámara Federal escuchó al fiscal de cámara, Horacio Rodríguez Larreta y por unanimidad, confirmó la decisión del juez Ernesto Claros, que el 15 de julio de 1911 le extendió la dichosa carta.
Digresión/dato de color. ¿Cuánto creen que le costó todo el litigio en jurisdicción federal con dos instancias a principios del siglo XX donde no había ni máquina de escribir? OCHO (SÍ, OCHO) MESES. Lloremos todos juntos por litigios en plazos razonables…
¿Para qué quería la nacionalidad la “la Lanteri”? Para hacer quilombo, obvio. Agarró el papelito y se fue a la Municipalidad para inscribirse en el padrón municipal con vistas a las próximas elecciones. Se le había ocurrido la loca idea de querer votar…
No hay fuentes fidedignas del momento, pero uno puede imaginárselo. “Buen día, vengo a que me empadrone”. “Pero señora: es una señora”. “Soy una ciudadana mayor de edad, ejerzo como médica, vivo acá y pago mis impuestos como dice la Ley 5098. ¡Proceda!” (a lo Carlos Maslatón).
Así, el 16 de julio de 1911, Julieta Lanteri quedaba incorporada al padrón municipal. El 23 de noviembre de ese mismo año se transformó en la primera latinoamericana en votar, mucho antes de la Ley 13.010 de 1951 en Argentina.
Obvio, lo hizo en el atrio de la iglesia de San Juan Evangelista en el barrio de la Boca, ante el presidente de mesa, Adolfo Saldías, historiador que expresó su satisfacción por formar parte de la historia, al firmar la boleta de la primera sufragista sudamericana.
«Los derechos no se mendigan, se conquistan», decía Julieta Lanteri, con mucha razón. Está bueno recordar que a veces la lucha por el derecho se basa en el aburrido positivismo y en la mera aplicación literal de la ley, aunque ambos estén pasados de moda.
¿Quieren saber más sobre Julieta Lanteri (incluso el famoso caso cortesano)? Ahí tienen el libro que disfruté muchísimo de Araceli Bellotta, Julieta Lanteri: la pasión de una mujer.
Sí, esto fue un hilo el 07/04/24.
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